lunes, 11 de febrero de 2008

LA RENOVACIÓN DEL IFE

Si partimos del embrollo en que los propios diputados se metieron por una convocatoria ingenua y un procesamiento suelto y anárquico que los llevó incluso a faltar la norma constitucional que hacía tan poco habían aprobado, entonces el resultado es muy bueno. Se encontró una salida consensuada que mejora sustancialmente al IFE empequeñecido y faccioso que contribuyó con su negligencia y parcialidad a llevar al país a una crisis política que estuvo cerca de salirse de madre. Con las sustituciones realizadas no se está construyendo al Consejo General ideal, pero sí uno más creíble y con expectativas de recuperar la confianza perdida.

Es verdad que no sólo hay saldos favorables, que prevalecieron vetos injustificados, evidenciando la mezquindad de la revancha contra personas que han construido su autoridad moral a través del ejercicio independiente de la función pública y su disposición para aplicar la ley, incluso frente a intereses poderosos. Pero también lo es que la política es el arte de lo posible y, dadas las circunstancias, el acuerdo al que llegaron los ocho partidos políticos con representación fue el mejor posible y se evitó que el PRD fuera excluido como ocurrió en 2003.

Sin vetos, seguramente hubieran sido nombrados Genaro Góngora, Mauricio Merino y Jorge Alcocer. Puro peso completo. Pero dominados por la necesidad de hacer un proceso abierto que cubriera flancos ante la crítica despiadada de los medios de comunicación que, ante la reforma que prohíbe la contratación privada de propaganda electoral, tomaron por bandera la defensa del IFE gordillista, llegando al exceso de hacer de Luis Carlos Ugalde un prócer de la democracia y la autonomía del instituto, los diputados idearon un procedimiento que se les salió de control y que tuvo como consecuencias indeseables, entre otras, una carnicería de reputaciones que no merecían muchos de los que de buena fe creyeron en la convocatoria y tenían los merecimientos suficientes para, por lo menos, ser tratados con decoro.

Lástima que Felipe Calderón no entendió que lo mejor que podría ocurrirle al régimen que preside es que encabezara Góngora a la autoridad electoral, que eso hubiera cerrado el pasó a la cuestionamiento y la sospecha, y se hubiera avanzado de manera notable en la necesaria reconciliación nacional. Pero el presidente de facto está lejos de ser un estadista y acabó haciendo causa común con el Gober Precioso y Ulises Ruiz, quienes se han visto afectados por las valientes posiciones públicas del Ministro. La acusación de cercanía de éste con López Obrador era virtud y no defecto como lo vieron algunos políticos de corta mirada. Mauricio Merino sufrió el veto del PRI por el Pemexgate, es decir, se le cerró el paso por hacer lo que queremos y esperamos que hagan los Consejeros Electorales. Y la cabeza de Jorge Alcocer fue ofrendada en el altar de los medios por ser uno de los creadores de la nueva legislación electoral.

El caso es que por querer simular lo que era inevitable, que finalmente tendría que llegar la decisión a los más altos niveles partidarios y a la opinión del Poder Ejecutivo –dado el veto de facto que tiene el PAN por su fuerza numérica- se adentraron a un callejón que parecía no tener otra salida que el despropósito de repetir la historia fallida de hacer a un lado a la más nítida oposición y cuyos agravios sufridos dieron razón de ser a la reforma electoral y a los cambios en el IFE. O sea que estuvo a punto de malograrse todo y pagarse un precio alto sin ningún sentido y para nada.

Por todo lo anterior crece la decisión de los diputados al deshacer el entuerto, pues Leonardo Valdés en su trayectoria ha mostrado entereza, capacidad, rigor intelectual, apego a la ley e imparcialidad. Hizo bien el PRD en reclamar y conseguir proponer al presidente del IFE en una negociación complicada para que, como debe ser, las cosas se hagan bien y no para aspirar a controlar el órgano electoral; para darle el nivel que se perdió al imponer un Consejo General sin consenso, por cuotas de bajo perfil y con miembros propensos a la subordinación. Benito Nacif y Miguel Antonio Baños también generan expectativas positivas y no será difícil que hagan una mejor labor que los que se fueron y los que en breve se irán. Sin embargo, coincido con Marcelo Ebrard cuando dice que los nuevos consejeros tendrán que ganarse la confianza con hechos. Démosles pues, el beneficio de la duda y el apoyo para que su gestión sea exitosa. Ojalá se procesen mejor los tres consejeros que faltan por nombrarse este año para que, sin tanta complicación, se consolide un IFE cualitativamente superior al que sufrimos en el 2006.

Los cuestionamientos de AMLO a los nuevos consejeros era previsible. Por estrategia política él no hará nada que pueda interpretarse como aval a los esfuerzos institucionales por darle legitimidad a un régimen manchado por el fraude electoral a través de cambios y transformaciones. La apuesta es otra: que se descomponga, que se pudra, que se caiga –o mejor, que lo tiren. Eso ha llevado a pensadores como Héctor Aguilar Camín a pedir, de manera poco velada, que se detenga la dinámica reformista del Congreso de la Unión y que ya no haya más concesiones a la agenda democrática del PRD. Lo que pretende el prestigiado historiador es retornar al paraíso perdido del salinismo en el que todo lo decidían, sin ver ni oír a la oposición de izquierda, el PRI y el PAN (Milenio, 8 de febrero de 2008). Deseo que paradójicamente coincide, aunque por otros motivos, con el del principal líder de esa oposición de izquierda.


De paso…

Demócratas. La competencia por la candidatura del Partido Demócrata en Estados Unidos se ha vuelto apasionante y cardiaca. El guión es inmejorable entre el primer precandidato de color con posibilidades de ganar la Presidencia del país más poderoso del planeta y la primera precandidata mujer en esas mismas condiciones. El Senador por Illinois ha generado una inusitada esperanza por el cambio e involucrado a jóvenes e intelectuales, viniendo de atrás y con una retórica fresca y hasta poética. Por su parte, la Senadora de Nueva York ha mostrado un gran oficio y consistencia, de tal manera que no puede ser vista como ex esposa de un Presidente exitoso sino como una política con merecimientos propios y capacidad probada. Al margen de mi simpatía por Obama y el deseo que tengo de que el sueño se haga realidad y llegue a la Casa Blanca como corolario de una historia increíble y fantástica, y mi reconocimiento por Hillary Clinton, lo fundamental es que el que logre la candidatura le haga un favor al mundo y nos libre a todos, aunque sea por cuatro años (pero ojalá sea por muchos más) de los republicanos que asolan al planeta con su conservadurismo mesiánico e intervencionista…¿La familia que tanto obsesiona a Alejandra Barrales por su actitud patrimonialista del partido no será una que empieza con “Ba” y termina con “tres”?…

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