lunes, 25 de febrero de 2008

FIDEL CASTRO

25 de febrero de 2007


Fernando Belaunzarán

Hay personajes que no sólo hicieron historia sino que ellos, en sí mismos, son Historia. Uno de ellos es, sin duda, Fidel Castro, al que es difícil aproximarse con visión crítica y objetiva, pues pocos se salvan de caer en los excesos de la mitificación o la satanización cuando se le caracteriza a él y al régimen que encabezó durante casi cincuenta años. Para huir tanto de la apología como del estigma hay que perderle el miedo al lenguaje franco y decir las cosas sin pretender quedar bien con uno u otro bando y acostumbrarse a la idea de que, a final de cuentas, se quedará mal con ambos. Eso significa no escatimarle aciertos, pero tampoco errores, y evitar ser condescendiente o implacable. Describir antes que juzgar, no defender lo indefendible ni dejar que la pasión se apodere del criterio que necesita ser libre para encontrar el equilibrio, si no de la verdad, al menos de la verosimilitud, es la mejor manera de humanizar a una persona a la que no le hacen ningún favor volviéndola santo ni lo perjudican al endemonizarlo, y la cual merece ser comprendida y sopesada en sus méritos.

Cuando alguien quiere hablar bien del Comandante y del estado de las cosas en Cuba señala los logros en educación, empezando por la erradicación total del analfabetismo, los avances en materia de salud, seguridad social, combate a la pobreza y deporte, así como el indudable ejercicio de la soberanía nacional, la resistencia frente al injusto e infame bloqueo y una política exterior solidaria con los países menos desarrollados o que son víctimas del imperialismo trasnochado de la administración Bush. En cambio, cuando se busca descalificarlos se hace hincapié en la falta de libertades, en la represión a la disidencia, en el abuso a los derechos humanos y el acoso a las minorías, en el inmenso exilio, en el partido único, en que no hay más periódico que el oficial, en que no se puede salir legalmente del país y en la inexistencia de instituciones y procesos democráticos. Lo interesante es que nadie miente. Unos y otros tienen razón, lo cual debería llevar a atemperar los ánimos, no asumir posiciones irreductibles y abstenerse de pelear con la realidad. Sin embargo, suele, desde una posición preconcebida, ignorar, maquillar o de plano volver virtudes o vicios, según corresponda, lo bueno o lo malo del sistema cubano y de quien ha estado al frente de él durante medio siglo. El sentido común diría que se debe buscar en estabilidad, y sin injerencia extranjera no pedida, cambiar lo indeseable, es decir, transitar a la democracia, sin arriesgar los éxitos conseguidos ni su soberanía.

Digámoslo sin rubor: el nombre para llamar a quien está tanto tiempo en posesión de un poder omnímodo es el de dictador. El problema es que ese concepto es insuficiente para caracterizar a Fidel, pues no pasa de ser propaganda barata de sus detractores compararlo con Franco, Videla o Pinochet. Lo menos que deberíamos decir es que se trata de un dictador sui generis. Goza de aceptable respaldo popular, ha mantenido la estabilidad política del país –gracias, pero no sólo ni principalmente, a su muy eficaz policía- es factor de cohesión social y todavía abreva de la fuente de legitimidad revolucionaria, no obstante que la mayoría de los habitantes de la isla no habían nacido cuando los barbudos tomaron el poder el 1 de enero de 1959. Castro mantuvo durante todos estos años una relación paternalista con su pueblo, al que protegía y oprimía al mismo tiempo. Es una mezcla de hombre fuerte del politburó y caudillo latinoamericano que puede ser tan comprensivo y generoso como implacable e injusto.

Fidel Castro tiene un perfil heroico y una estura histórica innegable. Triunfador de una guerrilla que hizo volar el romanticismo revolucionario a lo largo del mundo e iluminó muchas luchas antisistémicas, armadas y pacíficas; compañero de armas del Che Guevara -aunque evidentemente no comparte la ascendencia moral de éste-; hombre clave de la Guerra Fría que estuvo en el centro del conflicto conocido como “la crisis de los misiles” que estuvo a punto de detonar la tercera guerra mundial; blanco de varios intentos de asesinato por parte de la CIA; hombre que se mantuvo en el poder durante casi cincuenta años a 60 millas de su poderoso enemigo que no ha dejado de acosarlo durante todas esas décadas.

Muchos pensaron que tras la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del campo socialista sería cuestión de tiempo el fin del régimen castrista en la isla y ya pasaron casi veinte años de esa fecha y ahí sigue Cuba desafiando a su vecino y país más poderoso de la tierra. Lo cierto es que ya nadie podrá decir que los soviéticos eran el sostén del régimen. En mi opinión, por paradójico que parezca, los Estados Unidos colaboraron de mejor manera al darle a la revolución cubana un elemento inmejorable de cohesión social al poner a la orden del día la defensa de la independencia frente a la agresión imperialista. Eso ha ayudado, pero no es lo único, que ha mantenido cierta legitimidad política del régimen. El paternalismo de Fidel, pero también los aciertos sociales de la revolución han hecho su parte. Decir esto, por supuesto, no busca justificar los excesos y arbitrariedades contra disidentes políticos, intelectuales y minorías, aunque ayuda a ser equilibrados en los juicios.

Fidel Castro entregó el cetro por decisión propia. No fue la muerte, ni una insurrección popular o un golpe de Estado, ni siquiera la temida invasión norteamericana, la que lo apartó del poder. Castro se retira en lucidez. Una salida digna que no convence a quienes durante tantos años habían esperado este momento, pero que se lo imaginaban de otra manera. Cede el poder a su hermano, unos pocos años menor que él. Contrasta el hecho de que 1959 un grupo de jóvenes tomaba el control del Estado cubano por medio de las armas con esta transmisión del poder dirigida, nepotista y gerontocrática, lo cual no necesariamente es negativa si hay la intención de llevar a acabo una transición con riesgos calculados y controlados. Para los que pensamos que el socialismo sólo es posible en libertad y democracia, esperamos que ésta sea una oportunidad para avanzar hacia esos dos grandes pendientes de la revolución cubana. Sobre el comandante retirado sólo me resta decir que la historia no lo absolvió, pero tampoco lo condenó, porque la historia que vale la pena, y él tiene su lugar en la historia universal, no sirve para eso.

De paso…

Lumpenismo. Carlos Marx y Federico Engels acuñaron la categoría de lumpenproletarido para referirse a sectores pauperizados “improductivos y regresivos” que podían servir a la burguesía o a la aristocracia como grupos de choque antirrevolucionarios a cambio de recursos económicos modestos (clientelismo, diríamos ahora). Pues sectores lúmpenes identificados con René Bejarano y Gerardo Fernández Noroña agredieron a los dos coordinadores parlamentarios del PRD, Javier González Garza y Carlos Navarrete. Estos actos de porrismo deben ser condenados de manera categórica y contundente por todos, especialmente por Andrés Manuel López Obrador, pues es el dirigente del movimiento, y por Alejandro Encinas que es el candidato de los rijosos (me imagino que Alejandro nunca pensó que algún día sería apoyado por el atraso). Eso sí, si pensamos defender la propiedad nacional del petróleo con estos lúmpenes, estamos jodidos…Cuauhtémoc Cárdenas partió plaza en San Lázaro y dio una cátedra magistral sobre la situación de PEMEX y la necesidad de defender la riqueza energética del país. Hizo propuestas viables, nacionalistas e indispensables. Seguramente Andrés Manuel López Obrador, que coincide con el ingeniero en los propósitos, utilizará a favor del movimiento los conocimientos y la visión que el estadista compartió con los legisladores…

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