miércoles, 7 de mayo de 2008

PRD: CELEBRAR EN LA ENCRUCIJADA

Es tan absurdo escamotear los logros que ha tenido el PRD en estos diecinueve años como minimizar la crisis en la que se encuentra. Lo primero llama a preservar al partido; lo segundo a transformarlo. Tensión intensa entre continuidad y ruptura que se acrecienta por el tamaño de las contradicciones en su seno, avivadas por la reciente elección que a siete semanas de efectuada sigue sin resolverse y que ha llevado a tal desgaste que, frente a la obcecación de imponer a un “ganador” de cualquier forma -sin terminar siquiera de contar-, la más elemental responsabilidad exige plantearse en serio la viabilidad del proyecto. Hoy existe un partido escindido, con dos lógicas, dos almas y hasta dos cabezas. Es verdad que desde su fundación el PRD siempre ha sido diverso, pero, a diferencia de 1989, hoy no hay un liderazgo que unifique.

El problema para el PRD es cómo mantenerse unido ante senderos que se bifurcan: lucha institucional o ruptura social, búsqueda de acuerdos o polarización, propuesta o resistencia, las urnas o la calle, reforma o revolución. Se dirá con razón que diversos métodos de lucha son complementarios, que la movilización de la sociedad ha abierto cauces a los cambios y preparado el terreno a excelentes resultados electorales. Pero no nos engañemos –menos aún engañemos a la gente-, la diferencia fundamental no es si se considera legítimo usar tal o cual medio para enfrentar a la derecha en el poder sino si se apuesta a transformar al país por la vía electoral, a través de las instituciones y con el empuje de la sociedad civil o se piensa que hay que colapsar “pacíficamente” al régimen para reconstruir desde abajo al sistema político.

¿Cómo solucionar la disyuntiva? Durante mucho tiempo el PRD ha sobrellevado sus diferencias. Esta indefinición ha permitido enviar mensajes equivocados, llegando incluso a la bipolaridad, a ser a un tiempo Dr. Jekyll y Mr. Hide. Si bien la coexistencia de lo diverso es sin duda una fortaleza del partido, ya no lo es cuando no hay instancia que ponga orden y se deja hacer al margen de los órganos de dirección, permitiendo a las minorías imponer por la vía de los hechos sus visiones y métodos. Mientras unos se comprometen con la legalidad democrática, otros la contrarían. Dicha situación es la que ha dado pie a la percepción de que el PRD tiene doble juego, que lucha tanto dentro como contra las instituciones, que promueve reformas sin comprometerse con ellas, que se beneficia de los acuerdos a la vez que los repudia.

Tal imagen esquizofrénica nos remite a otro dilema, el cual se encuentra en la raíz de la confrontación interna, en el núcleo mismo de la crisis perredista: el PRD es una organización en torno y al servicio de un gran líder o es una Institución autónoma, con normas y estructura de poder que se respetan. Si nos atenemos a la definición gramsciana de que la crisis llega cuando lo viejo se rehúsa a morir y lo nuevo no alcanza a nacer, entonces el diagnóstico se vuelve insuperable. El caudillismo y la vida tribal son las dos caras de una misma moneda, pues las corrientes como las conocemos se conformaron como reacción al supremo poder unipersonal con la idea de ser contrapesos para luego pactar con él. Esa polaridad desdeñó la vida institucional y puso como máxima la de Acuerdo político mata estatuto. Para nadie es un secreto que decisiones importantes del partido, e incluso algunas de sus grupos parlamentarios, en lugar de tomarse en sus órganos, como corresponde, se han tomado desde las oficinas del presidente legítimo y que los conflictos cada vez más públicos y notorios entre éste y las corrientes más estructuradas responden precisamente a la inconformidad y, en algunas ocasiones, rebelión frente al tradicional intento de imponer la voluntad del mayor poder fáctico del PRD.

Establecer al PRD como institución implica no sólo terminar con las facultades metalegales del liderazgo carismático sino también obligar a las tribus a cambiar radicalmente sus prácticas que, en muchos casos, son francos vicios. El reparto de cuotas, la tendencia a obviar las reglas mediante acuerdos, el escalafón no escrito que, al igual que el caudillo, premia la incondicionalidad e ignora méritos y capacidades. La institucionalización del PRD pasa necesariamente por que el caudillo deje de serlo, pero también por que las corrientes se refunden para ser colectivos cuyas afinidades básicas sean ideas y convicciones compartidas.

El PRD tiene como gran logro el haber sido un experimento exitoso que sumó a las más disímbolas izquierdas que dejaron la política testimonial para ser opción de gobierno. Conservar esa condición es el mejor acicate para la unidad, pero esta no puede ser a toda costa. No tiene ningún sentido que el partido se mantenga como está. Ya no es viable, ya no es sano, ya no es permisible coexistir sin reglas que se cumplan y sin tomar definiciones básicas que den consistencia a un proyecto de izquierda que requiere identidad para expresar lo que es y lo que pretende, así como capacidad e iniciativa para construir mayorías sociales, políticas, legislativas y electorales.

Como suele suceder en los momentos definitorios, existe el riesgo de sufrir regresiones. De hecho, a partir del movimiento postelectoral del 2006 han sido evidentes ciertas conductas antitéticas a las de cualquier izquierda democrática como son la intolerancia, el extremismo, la intransigencia, el maniqueísmo; en fin, todos hemos sido testigos de la patética persecución de herejes, de la estridencia como único método de persuasión, de exacerbar ánimos contra enemigos reales o ficticios, del amago permanente a la acción directa y de recurrir como si fuera destino a la argumentación burda y el insulto fácil.

¿Qué mayor muestra de atraso que el aliento al mesianismo que por definición no requiere de ciudadanos sino de fieles y que proscribe toda disonancia respecto a la única y, por dogma, infalible voz que desciende de las alturas al “pueblo” como promesa de redención? Por eso, lo que no se asimila es negado, combatido o ignorado; y por eso, además de empobrecer el discurso, se desprecia a la opinión pública y se confronta a todo mortal que no está incondicionalmente con el salvador de la patria.

Las batallas siempre son más fáciles si se tiene la capacidad de poner del lado propio a los que no siempre están con uno. Vocación de crecer, de sumar, de convencer, de hacer política para lograr objetivos sin acabar con los adversarios que, eventualmente, pueden ser aliados en próximos momentos. Este pensamiento democrático es propio de la izquierda plural y tolerante que reivindica la libertad, combate toda forma de discriminación y está comprometida con la justicia social. Izquierda que hoy coexiste en el PRD con otras y que, como las demás, se pregunta cómo mantener la unidad sin renunciar a sus convicciones. Difícil encrucijada del perredismo entreverado por fuerzas diversas y hoy centrifugas.

Para sobrevivir a la crisis, el PRD necesita de un nuevo modelo organizativo. Este puede ser el de Partido-Frente que ha funcionado con éxito en diversos países y en el que cada izquierda mantendría un amplio margen de autonomía. Lo que no hay duda, es que vale la pena salvar al partido que ha sido motor de los cambios en las últimas dos décadas y que gobierna a más de veinte millones de mexicanos. Razones suficientes para celebrar.


De paso…

Una más. Por enésima ocasión se llegó a un acuerdo para destrabar el conflicto del PRD y por enésima ocasión fue roto por la misma persona que no asiste a las reuniones, pero su influencia en el acontecer del partido es innegable. De poco sirvió que cuatro gobernadores, los entonces encargados de despacho y los dos candidatos llegaran a una propuesta de salida. Para la próxima, ojalá lo inviten a la mesa y se comprometa con lo que ahí se decida, pues de lo contrario volverá a pasar lo mismo. Sólo habrá que ver que la agenda de la presidencia legítima le permita asistir y esperar el milagro de que su titular se deje de berrinches y se comporte con la madurez del que aspiró a gobernar el país. Su terquedad está a punto de destruir al partido que dirigió y que le permitió ser jefe de Gobierno… Por desgracia, todo indica que AMLO insiste en imponer a su candidato con un triunfo al más puro estilo “haiga sido como haiga sido” y prueba de ello es la decisión inconsistente consigo misma de la Comisión Nacional de Garantías de mantener el “proyecto de acta de cómputo” con el 83% de las casillas –las otras cinco elecciones están al 100% y, por supuesto, no hay otra respuesta a esa anomalía que el veto del Peje a Jesús Ortega- contrariando cuatro acuerdos de la propia comisión y sin estar siquiera firmado por los facultados expresamente para ello. Una calamidad que, por cierto, rompió el acuerdo de los gobernadores y regresó al partido a la guerra civil… Izquierda Unida no ha explicado porque saboteó el Consejo Nacional del 4 de mayo que ellos estuvieron de acuerdo en convocar, sobre todo ante el riesgo de ser sancionados por el IFE, en virtud de no tener los dirigentes establecidos en el Estatuto. Por fortuna se alcanzó el quórum en mucho menos tiempo que en cualquier otro Consejo y se eligió a un Presidente y a una Secretaría General. Por desgracia no fueron de consenso, en razón del vacío que hizo una parte al evento. Pero, ¿para qué abandonan la plaza, pues?...Uno no sabe si reír o llorar cuando la tal Barrales, en lugar de generar buenas condiciones para su eventual gestión al frente del PRD en el DF, pretende expulsar al Presidenta de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, y al senador por el DF, René Arce, exhibiendo su supina ignorancia. La pobre habla de Estatutos, Programa, Principios, Línea Política y Estatuto de Gobierno del DF sin haber leído ninguno, como lo demuestran sus balbuceos. Lo mejor que puede hacer Ricardo Ruíz con su eventual sucesora es mandar hacer unas ediciones de esos documentos tan importantes con monitos, a ver si así se educa... Es obvio que es Andrés Manuel López Obrador el que está detrás del intento de expulsión de los legisladores y no se necesita ser muy sagaz para saber que el motivo del arrebato son los resultados de las encuestas que él conoce muy bien y que tienen a Ruth Zavaleta muy bien posicionada. Para el 2012 él quiere correr solo…

2 comentarios:

jaacroy dijo...

Acertados tus heréticas reflexiones. Avancemos en la organización del Congreso Refundacional, levantemos la mirada hay camino por transitar.

Aguachile dijo...

Una reflexión brillante. Sólo quiero agregar un comentario sobre lo que dijo ex presidente Leonel Cota, de que es “traición” criticar al movimiento de AMLO. Sería también traición al PRD pensar en otro candidato en 2012? Lamentablemente, creo que ya es una pregunta retorica.
Muy de acuerdo con el propuesto de un partido-frente. Los ejemplos del Frente para la Victoria-PJ en la Argentina y, más claro aún, del Frente Amplio en Uruguay, vale estudiar. Para evitar que los movimientistas y los institucionalistas compitan entre ellos por los votos en 2009, nada propuesta para mi parece demasiado radical. Felicitaciones con la victoria confirmada, compañero.