miércoles, 29 de abril de 2009

LA PANDEMIA Y EL PÁNICO

Fernando Belaunzarán


Sólo hay algo peor que un enemigo que no se ve. Y esto es uno que además pueda encontrarse en cualquier parte, no sólo entre los desconocidos y tras algunas de las miles de caras anónimas apenas distinguibles entre los cubrebocas -personas que piensan y temen lo mismo de nosotros. También puede esconderse entre los amigos, los vecinos, los familiares, los compañeros, nuestra gente más querida. El virus hace que todos seamos sospechosos –y los que estornudan culpables hasta que se demuestre lo contrario- y eso crea una barrera sórdida e invisible, pero casi corpórea, entre personas que por compartir riesgos en una situación límite debieran experimentar solidaridad, afecto y acercamiento mutuos. Vagamos en un territorio vuelto hostil, viviendo en la incertidumbre y deseando que la injusta fatalidad no nos abrace sin darnos cuenta que ese sentimiento de indefensión y de zozobra incuba a un enemigo aún más poderoso y letal.

Como si camináramos en la cuerda floja debemos buscar el exacto equilibrio en un margen estrecho. Hay que tomar las cosas con seriedad, cumplir con las indicaciones preventivas y tener mucha sensibilidad frente a la eventuales susceptibilidades ajenas, pero sobre todas las cosas hay que evitar el pánico que todo lo complica y no resuelve nada, y que en su irracionalidad puede generar daños irreparables. Para hacerle frente no hay mejor remedio que la transparencia y la información veraz y objetiva. En ese sentido juegan un papel clave las autoridades y los medios de comunicación que en términos generales han estado bien. Como nunca deben ser apreciados la mesura, la sobriedad y el mensaje directo y claro.

En lugar de entrar en competencias mediáticas e irse mutando según el ánimo de los temores de la población para ser climáticos y cuidar popularidades, los gobiernos tienen que tratar a los ciudadanos como mayores de edad y eso requiere de hablar con franqueza no sólo sobre lo que pasó y lo que está pasando sino también en prospectiva lo que sigue si el contagio no puede ser controlado ni el virus aislado. En esa circunstancia se requerirá de una colaboración más activa de la sociedad y es conveniente que todos estemos preparados para actuar serenamente y contar con las condiciones adecuadas para resistir la enfermedad.

Por supuesto que nos llueve sobre mojado con una emergencia como ésta, pero de nada sirve lamentarse de la suerte. La variedad del virus de influenza que brotó en nuestro país está en circulación y se ha manifestado en otros países de diferentes continentes por lo que es probable que se torne en pandemia. Después de lo sucedido con la gripe aviar hace unos años se tenía prevista la eventualidad de una influenza de origen en especies animales que, a diferencia de aquella, se transmitiera de humano a humano y por lo mismo la Organización Mundial de Salud estaba preparada para la contingencia y es correcto que nos coordinemos internacionalmente para una adecuada atención del problema en sus alcances globales. Los que no estábamos preparados para una contingencia así -ni política, ni institucional, ni culturalmente- éramos nosotros. Por eso la prueba nos exige aún más.

Por fortuna, aunque la vacuna tardará algunos meses, algunos antivirales están demostrando su eficacia, además de que está comprobado que una buena y oportuna atención permiten resistir la enfermedad. El síntoma clave para distinguirla de otras enfermedades respiratorias es la fiebre alta, que aunque se puede presentar en otros casos, reduce en mucho el universo.

Casi tan nefasto como el pánico es la proliferación, en algunos casos con clara intencionalidad y malicia, de teorías conspirativas absurdas con supuestos objetivos políticos inconfesables. Por supuesto no resisten el examen de la más elemental lógica, pero contribuyen a minar la necesaria cohesión social que hoy se requiere para hacer frente a la emergencia. Pensar en obtener ventajas políticas de esta situación no sólo es mezquino; es absolutamente irresponsable. Espero que nadie vaya a apostar al miedo como estrategia proselitista. Lo que hay que saludar es la colaboración de gobiernos de distinto signo, al tiempo de exigirles por igual una actuación profesional e información confiable.

Algo que aunque en este artículo lo ponga al final es de primera importancia. El virus separa a las personas y el pánico las confronta. Y sin embargo en estos momentos el afecto se vuelve indispensable. Tenemos que encontrar formas para hacérselo sentir a quienes están en la misma situación que nosotros y más aún a los que se contagien o tengan familiares en ese caso. Por supuesto, con nuestros seres queridos la recomendación es que por nada del mundo, y a pesar de los pesares, los dejemos de abrazar. La cercanía hace ineficaz cualquier medida preventiva, la cual además resulta contraproducente por sus efectos nocivos en el aspecto anímico que puede resultar vital para resistir enfermedades. Por lo mismo, y por el bien de todos, que nadie crea que la abstinencia es una solución.


De paso…

Pórtland. Terminó el breve pero muy provechoso retiro académico que sirvió para concluir, ¡por fin¡, la elaboración del texto indispensable para finalizar un prolongado ciclo universitario. Mis infinitas gratitudes a Rebeca, Kelli, la pequeña y risueña Mía y, sobre todo, a mi hermano Lalo que fue un gran anfitrión y que es mi principal cómplice, no obstante la distancia. La ciudad de las rosas me trató muy bien… Con todo y todo, es decir, con todo y peste, ¡cómo extrañaba el DF!... ¡y a mi familia!… La influenza, el temblor, la crisis económica, el crimen sin control y, para acabarla de amolar, la lesión de Rafa Márquez, ¡chingao!... ¡Pobres cerdos!, si de por sí tienen mala fama… Qué se resuelva el asesinato de Beatriz López Leyva.

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