domingo, 26 de julio de 2009

CUAHUTÉMOC Y ANDRÉS

Fernando Belaunzarán

Cuauhtémoc Cárdenas unificó a gran parte de las izquierdas mexicanas y propició la construcción de un partido plural y diverso en el que cupieran todas ellas. Andrés Manuel López Obrador hizo exactamente lo contrario. Hoy es difícil imaginar una izquierda más dividida y a un PRD con una crisis más profunda a tan sólo tres años de que acarició la presidencia de la república teniendo como líder indiscutible al político tabasqueño.

Se dirá con razón que las responsabilidades por la situación son compartidas, pero es indudable que AMLO sobrepasó los límites de lo admisible al promover el voto por otros partidos. Esa confrontación contra su propia organización llevada a las pantallas de televisión explica en buena medida los malos resultados electorales -no tanto porque se haya llevado los votos a otra parte, que como pudo verse fueron pocos, sino porque la división en el PRD es una de las consecuencias del lamentable proceso de alejamiento de la sociedad que se inició con el cierre de Reforma. Ante un hecho tan grave, resulta de sentido común y buen juicio demandar que se aplique la legalidad interna, tal como lo hizo el ingeniero Cárdenas. Sin embargo, ese planteamiento fue respondido de manera por demás injusta, grosera y desproporcionada por parte, fundamentalmente, de voceros del Peje aparentemente oficiosos.

Más que contrariar sus argumentos, los pejistas optaron por infamar a la persona, no obstante la indudable autoridad moral y estatura histórica que posee Cuauhtémoc Cárdenas. Fiel a su estilo, AMLO no da la cara pero manda a su gente a hacer el trabajo sucio de lastimar la reputación de todo aquel que se atreva a cuestionarlo. En medio de insultos y descalificaciones baratas que le hacen al Ingeniero sólo hay algo en lo que vale la pena detenerse: el papel del primer fundador del PRD en el 2006.

Es indudable que el ingeniero Cárdenas hizo muy poco para ayudar a López Obrador a ganar la elección presidencial. Muchos le reprochamos su ausencia en la campaña y como el resultado fue muy estrecho no faltó quien cometiera el exceso de responsabilizarlo por la victoria de Felipe Calderón. Pero para ser honestos y equilibrados se debe también decir que a AMLO no le interesó contar con el apoyo del Ingeniero y no movió un dedo para que éste se diera. La soberbia que en el 2006 demostró ser el talón de Aquiles del tabasqueño se expresó también en el desdén hacia la figura de Cuauhtémoc.

Algunas historias nos permiten contextualizar lo ocurrido en 2006. Cuando el primer jefe de Gobierno del Distrito Federal marchó para protestar contra la pretensión de desaforar a Andrés Manuel se le maltrató al grado de ya no llegar al templete en el que, casualidad o no, de manera sorpresiva se le dio el micrófono al foxista y saltimbanqui Porfirio Muñoz Ledo -quizás el más rabioso de sus detractores-; hecho que es recordado no por el discurso del brillante orador sino por la espontánea y estruendosa rechifla que recibió Porfirio desde que empezó hasta que terminó de hablar.

Más grave aún fue la intransigencia que mostró AMLO en su decisión de imponer sucesor en el DF a la vieja usanza priísta y que el elegido haya sido un connotado salinista capitalino de muy reciente militancia. Cuauhtémoc mandó inequívocas señales de que no se consumara el dedazo, pero en eso no sólo fue ignorado sino que incluso López Obrador se permitió hacer campaña abierta a favor de su delfín. Recordemos que el ingeniero Cárdenas en el año 2000 se abstuvo de promover a cualquiera de los precandidatos a sucederlo y eso le abrió la puerta al tabasqueño para ser el candidato, incluso sin cumplir con los requisitos para serlo –por fortuna, Andrés negoció con personajes influyentes que hoy ubica en “la mafia” para que el incumplimiento en el tiempo de residencia no lo dejara sin registro. En fin, es evidente que AMLO no esperaba ni quería nada de Cuauhtémoc. Los reclamos posteriores nacieron de la derrota.

Aunque Andrés Manuel López Obrador se mantuvo en el PRI durante las elecciones presidenciales de 1988 con la esperanza de ser candidato al gobierno de Tabasco por ese partido, desde que rompió para tener la candidatura del Frente Democrático Nacional y luego ser miembro fundador del PRD tuvo como principal promotor de su carrera política al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas que lo llevó dos veces al Comité Ejecutivo Nacional y lo promovió como presidente del partido. Pero desde el momento que llegó a la jefatura de Gobierno, AMLO vio a Cuauhtémoc como rival y lo trató como tal, limpiando su administración de todo lo que oliera a su predecesor, sin que por ello dejara de repetir con evidente hipocresía: “mis respetos para el ingeniero Cárdenas”.

Es verdad que tanto a Cuauhtémoc como a Andrés Manuel no les gustan los contrapesos y ambos son dados a tomar decisiones unipersonales e imponer sus criterios, razón por la cual ninguno de los dos fortaleció la vida institucional en el PRD. Pero hay de caudillos a caudillos. Cárdenas ha demostrado en reiteradas ocasiones que tiene un sentido claro de los límites y que sabe aceptar resoluciones adversas. Nunca ha hecho nada para debilitar al partido y asume a los candidatos elegidos por éste aunque hayan salido derrotados los que le son cercanos. Además de la experiencia del DF, lo vimos hacer campaña a favor de Leonel Godoy que no era el precandidato de su preferencia. Y a diferencia de Andrés Manuel no pasó por encima de la legalidad interna para después reclamar impunidad en razón de privilegios y canonjías que deben ser inaceptables en un partido de izquierda.

Cuauhtémoc es dado a exponer razones y apostar al convencimiento en lugar de la obradorista técnica de repetir hasta el cansancio consignas y frases hechas. Me imagino que es por eso que el ingeniero Cárdenas se siente tan a gusto en recintos universitarios mientras que Andrés Manuel huye de ellos. Por eso mismo, El Ingeniero debate y sabe respetar las ideas contrarias. AMLO pontifica y adoctrina, y es absolutamente intolerante con quienes se atreven a discrepar. La sobriedad de estadista de Cuauhtémoc contrasta con los reiterados desfiguros tropicales de Andrés.

No se puede negar que en tiempos de la hegemonía de Cuauhtémoc el PRD tuvo bajas sensibles como José Woldenberg, Gilberto Rincón Gallardo y Adolfo Sánchez Rebolledo; que para ellos no fue nada fácil mantener posiciones discordantes en el partido y que, al no encontrar posibilidad para incidir en las decisiones ni ser tomados en cuenta, se les orilló a irse. Pero nada comparado al ánimo de linchamiento y la intolerancia persecutoria de tufo estaliniano que el pejismo ha impuesto, permitiéndose utilizar calificativos que llaman al exterminio como el de “traidores” o “colaboracionistas” para golpear, acosar y doblar a compañeros de partido. Doloroso atraso en la cultura política de la izquierda que los intelectuales afines al Peje de manera vergonzosa fingen no percatarse.

Nadie discute que Andrés Manuel López Obrador es un líder social con una inagotable disposición al trabajo. Sus recorridos por el país y la intensidad de sus giras expresan una vocación de acercarse a la gente a lo largo y ancho del país. Tampoco se discute que fue exitoso como presidente del PRD y como jefe de Gobierno, si bien aplicando políticas diametralmente opuestas a las que lleva a cabo desde julio del 2006. El problema es el cauce que le ha dado al movimiento que encabeza. Cuauhtémoc dio una salida institucional al llamar a construir al PRD. En cambio, AMLO no ha salido del esquema de apostarlo todo a la movilización permanente, en la idea de ser un factor de descomposición política que, teniendo a la crisis económica como aliada, propicie la ruptura del régimen y abra un nuevo cauce institucional construido “desde abajo” que lo reposicione como opción presidencial. Un sueño mesiánico que pone en riesgo no sólo la fuerza de la izquierda política y la existencia y viabilidad del PRD como partido político sino incluso los avances democráticos conseguidos en las últimos tres lustros, pues en lugar de colocar a Andrés Manuel en la antesala del poder ese albur puede abrirle el camino a la regresión autoritaria.

Cuauhtémoc Cárdenas es el luchador por la democracia más importante del México posrevolucionario. La alternancia y los avances democráticos del país serían impensables sin la dura batalla que encabezó no sólo en la apoteósica campaña electoral de 1988 sino también en los años subsiguientes –que alguien me diga un solo avance en materia de democracia y libertades políticas que se vislumbre de la lucha obradorista. En aquellos tiempos retar al sistema era otra cosa. ¡Cuánto hubiera dado la izquierda por tener aunque sea parte de las condiciones que tuvo en 2006 para competir! Hace 21 años no había acceso a los medios de comunicación, la guerra sucia mediática era permanente y total, la inequidad era absoluta, el órgano electoral estaba controlado por el gobierno, el PRI tenía mayoría de votos en esa instancia, se dio la represión e incluso hubo asesinatos políticos y la caída del sistema fue en los hechos un golpe de Estado técnico. No tengo dudas de que con el IFE del mediocre y gris Ugalde, Cuauhtémoc Cárdenas hubiera sido electo presidente en 1988.

El ingeniero Cárdenas resistió el salvaje embate del gobierno salinista. Todo el peso del sistema se utilizo para aniquilarlo políticamente y la represión trajo como resultado más de 500 muertos perredistas. En comparación a lo ocurrido entonces, Andrés Manuel López Obrador ha vivido un picnic en su lucha contra Felipe Calderón que en lugar de acosar a su adversario simplemente lo ha dejado hacer y deshacer; optó por dejar al tabasqueño matarse solo. Y es que, dadas las condiciones del país y el fracaso manifiesto de la administración calderonista para enfrentar los graves problemas que padece la nación, lo único que tenía que cuidar AMLO para que la presidencia de la república en el 2012 le cayera en las manos como fruta madura –y fuera él y no el PRI el que capitalizara la crisis- era no volverse loco. Ni modo, fracasamos…

De paso…
Oaxaca. El carro completo que se llevo el PRI en Oaxaca reafirma la imperiosa necesidad que existe para que la oposición presente un solo candidato frente a la maquinaria ulisista y evitar la herencia de un gobernador cacique y déspota, beneficiario de la impunidad y del uso discrecional del erario. Doy por descontado que habrá dificultades. Los tentáculos de Ulises Ruíz tratarán de reventar toda posibilidad de acuerdo desde los mismos partidos y los ultras de derecha e izquierda buscarán impedir la alianza del PRD con el PAN. Pero sería una irresponsabilidad histórica que por pruritos y corruptelas se permita proseguir la historia de oprobio y arbitrariedad que sufren los oaxaqueños. En definitiva se debe formar el TUCUD (Todos Unidos Contra Ulises y su Delfín)… Todo acuerdo que signifique impunidad para un personaje poderoso es en sí pernicioso por entrañar una evidente injusticia, pero en aras de lograr un fin superior hay quienes defienden lo que parece indefendible. Un ejemplo claro de ello es la transición en Chile en el que se le dio impunidad a los militares, muchos de los cuales violaron derechos humanos, empezando por el mayor de los gorilas, Augusto Pinochet. Impunidad a la que no se resignaron muchos organismos civiles, así como víctimas de la dictadura y sus familiares. Por eso hasta el último suspiro del general golpista estuvo expuesto a la presión moral y legal para que respondiera por sus crímenes. Pero en ese caso el sanguinario y desalmado asesino, general Pinochet, se comprometió en los acuerdos de la transición a respetar el orden constitucional democrático que se gestó tras su salida del poder, de ahí que algunos se atrevieran a sostener públicamente que era correcto proporcionarle impunidad. Guardando las proporciones y añadiendo de manera categórica que no tengo la más mínima intención de comparar a AMLO con Pinochet –sería un absurdo demencial- sino únicamente señalar que el disvalor de otorgar impunidad a alguien que abusó de su poder sólo puede intentar justificarse si a cambio se recibe algo valioso; no hay duda de que la unidad lo es. Pero por lo mismo no resisto el hacerles algunas preguntas a los que dicen que ya lograron ese bien preciado en el PRD, razón por la cual han decidido perdonar la grave falta del ex candidato presidencial de apoyar a otros partidos distintos al suyo: ¿A qué se comprometió López Obrador en reciprocidad? ¿Existe garantía de que no hará lo mismo en las próximas elecciones locales? ¿Ofreció algo a cambio? ¿Respetará las decisiones de los órganos de dirección del PRD en las que por cierto siempre ha podido participar? Si las respuestas son negativas y no hay otro argumento que el pragmatismo vulgar que alega que la aplicación en este caso de la legalidad haría perder votos al PRD, entonces ¿de qué unidad se habla?, ¿dónde quedan los principios, por ejemplo aquel que dice que la ley debe tratar a todos por igual?, ¿y qué me dicen de ese postulado originario de la izquierda de acabar con los privilegios?, ¿y si mejor, para no simular, de una vez le piden perdón?... Con la alternancia se derrotó al PRI, pero no al priísmo. Prueba de ello es la forma descarada en que Felipe Calderón pretende imponer al presidente del PAN y cómo el origen de la crisis interna del PRD se dio por esa misma intención de Andrés Manuel López Obrador. Y para qué hablamos de los candidatos… El alcalde de Fort Myers, un condado de la Florida, despidió al administrador tras una reunión de regidores en la que por unanimidad se aprobó la medida. La “falta” del administrador, Scott Janke, fue haber contraído nupcias el año pasado con una actriz porno cuyo nombre artístico en Jazella Moore. Se trata de un acto de inadmisible discriminación, pues se acepta explícitamente que el señor Janke realizaba bien su trabajo. Es una pena que en el país que literalmente tiene esculpido en piedra Los Derechos del Hombre se permita castigar a un empleado en razón de su vida privada… Teniendo por pivotes a Giovani dos Santos y a Carlos Vela, campeones del mundo sub 17 en 2005, México aplastó en el segundo tiempo a Estados Unidos para un contundente 5-0 en la final de la Copa de Oro. Una pequeña revancha tras más de una década de no ganarle a los gringos en su país y haber sufrido dolorosas derrotas contra ellos, la más grave en el mundial de Corea-Japón. No es lo mismo, por supuesto, pero para Javier Aguirre y para la afición mexicana se trata de un trago muy dulce que esperemos sirva para ganar al mismo equipo en un partido de vida o muerte el próximo 12 de agosto en el Estadio Azteca. Ahora sí, ¡vámonos al Ángel!…

domingo, 19 de julio de 2009

EL LLAMADO DE CUAUHTÉMOC

Fernando Belaunzarán

El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas se dirigió a los militantes del PRD para hacerles un “último llamamiento”. Por venir de quien viene, pero también por su contenido, se trata de un documento de gran trascendencia y oportunidad, pues es evidente que éstos son tiempos difíciles y definitorios para el partido más importante que ha podido construir la izquierda mexicana. El primer fundador del PRD se expresó como acostumbra, con claridad y contundencia. Se puede coincidir o discrepar con algunos o con todos sus planteamientos, pero es imposible ignorarlo. Estamos hablando de un estadista con autoridad moral indiscutible. Bajo cualquier perspectiva histórica, Andrés Manuel López Obrador se ve chiquito junto a él.

Pero darle su lugar al Ingeniero no significa hacer gala de devoción hacia su persona ni seguir a pie juntillas lo que dice. En suma, no es rendirle pleitesía ni darle trato de caudillo aunque muchos lo hayan hecho en el pasado –algunos de los cuales, por cierto, ahora se esmeran en exhibir su abyección y lambisconería con AMLO. Eso sería tanto como reproducir al pejismo que es incapaz de aceptar la más pequeña discrepancia, siendo que en múltiples ocasiones Cárdenas ha acreditado su disposición a la discusión y al debate, mostrado tolerancia frente a posiciones distintas a la suya y aceptado resoluciones adversas cuando éstas se han tomado de manera democrática. Recordemos que en el Congreso de Oaxtepec de 1995, después de la votación que no le favoreció, Cuauhtémoc pidió la palabra para retirar su propuesta y que todos cerraran filas con la línea política adoptada por mayoría. ¿Qué mayor contraste puede haber que el que existe entre dicha actitud y los pueriles berrinches tropicales a los que nos tiene acostumbrado López Obrador y que no expresan otra cosa que su resolución de hundir el barco en el que viaja si no le dejan el control absoluto del timón?

Lo que procede es el análisis crítico de sus concepciones y propuestas sin asumirlas ni rechazarlas de antemano, tal y como debe hacerse con cualquier planteamiento independientemente de quien lo haga. No hay mejor manera de demostrar respeto y consideración por alguien que el de sopesar con rigor y objetividad su pensamiento.

Podemos identificar cuatro temas fundamentales en el llamamiento de Cuauhtémoc: la aplicación del Estatuto, el diagnóstico de la crisis por la que atraviesa el PRD, la reforma del partido y la conformación de una nueva dirección. En todos ellos muestra una genuina preocupación por la situación que guarda el partido y un legítimo interés por que ésta se supere. La discusión no está pues en los propósitos sino en si éstos se consiguen de la manera en que él lo propone.

La aplicación del Estatuto que debiera ser algo incuestionable se volvió polémica en virtud de la pretensión de que no sean sancionados los que compitieron o apoyaron a otros partidos por parte precisamente de los que promovieron la estrategia de enfrentar al PRD donde los candidatos no fueron de su grupo. Expulsar a los que cambian de camiseta es una norma por demás justa y elemental para cualquier partido político. Por ello Cuauhtémoc cuestiona la amnistía implícita que sin tener facultades para ello un grupo de tres gobernadores y algunos dirigentes dieron a conocer en la reciente reunión de Morelia. Ahí se decidió decretar la unidad sin contenidos ni compromisos, simulación destinada a fracasar. Además, ese buen deseo expresado en abstracto, pero aderezado con la fórmula de “no expulsiones ni destituciones” dio la impresión de responder a un acuerdo basado en lo que sería una transacción inaceptable: impunidad a cambio de permanencia.

El ingeniero Cárdenas recordó que la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, que fue la vocera del encuentro moreliano, había expresado tras los comicios locales de su estado en el 2007 que los que apoyaron al PT en esa ocasión se colocaron “automáticamente fuera del PRD”. Pero considero que la incongruencia imperdonable está en otro lugar. Si hay algún vicio perverso e insultante para los mexicanos que se mantiene del viejo régimen es precisamente el de la impunidad y combatir eso es una de las razones de ser del PRD. Por eso resulta vergonzoso e inadmisible que se exija que no haya consecuencias ni responsabilidades para los que cometieron la grave falta de enfrentar electoralmente a su propio partido.

Es inobjetable el señalamiento de Cuauhtémoc Cárdenas en el sentido de que la dirección tiene el mandato de aplicar la norma interna y que la perniciosa costumbre de utilizar discrecionalmente al Estatuto está en el centro de la descomposición institucional del PRD. Pero también lo es que perdonar una falta tan grave en un momento tan delicado como el que vivimos sería funesto para el partido. Una dirección que no puede hacer cumplir la norma y sancionar a quienes la transgreden es una dirección débil y ninguneada que, por lo mismo, sería incapaz de llevar a cabo la reforma que necesita la organización política.

Por eso no podía ser más afortunada la decisión de Jesús Ortega y de una mayoría en el Comité Político Nacional de suprimir la membresía de los más de seiscientos perredistas que fueron candidatos por otros partidos. Un avance notable aunque falte todavía el pez gordo que apuesta a ser intocable o victimizarse. La reacción del bejaranismo –corriente al servicio de AMLO- que volvió a exigir la renuncia del presidente del partido para tratar de que se dé marcha atrás a las expulsiones es la constatación de que ese grupo y su pastor apostaron a la debacle del PRD. No serán las componendas o la cínica complicidad entre corrientes como este partido podrá salir de la crisis. Su futuro depende en gran medida de que en su vida interna prive la legalidad.

El diagnóstico sobre la situación del partido y la inaplazable necesidad de reformarlo son temas estrechamente vinculados. Cuauhtémoc Cárdenas hace notar que el PRD fue concebido como instrumento para transformar la sociedad hacia la democracia, la libertad, la justicia, la inclusión, la división de poderes, la honestidad en el servicio público, etc. Nada más alejado de sus principios y orígenes que la lucha del poder por el poder y menos aún de la reproducción del status quo. Como hace veinte años se sigue necesitando una izquierda que impulse los cambios sociales, políticos y económicos del país con una visión redistributiva, humanista, libertaria, participativa y solidaria.

Por eso se requiere que el PRD sea congruente con su Programa donde gobierna, que estampe su sello de izquierda, que no reproduzca las formas de gobernar de la derecha y deje a un lado la cultura política priísta. Y en donde no gobierna que reafirme su carácter opositor, que no contestatario, que sepa blandir su propuesta y mostrar capacidad de interlocución con otras fuerzas y distintos sectores sociales; que se plantee construir mayorías. Un partido con iniciativa y posibilidad de incidir en la vida de la gente en concordancia con valores de una izquierda pluralista, democrática y tolerante.

La transformación radical y consecuente del PRD no puede posponerse más. Por ello el Congreso Nacional Extraordinario que propone el ingeniero Cárdenas debe realizarse antes que termine el año. De ninguna manera puede aceptarse la trampa del llamado “Congreso pactado” en el que las corrientes les amarran las manos a los delegados y se les coarta la discusión sobre temas torales del partido que deben resolverse de una vez por todas. En realidad cuando se condiciona la realización del máximo órgano colegiado al acuerdo casi total entre las fuerzas organizadas se le está otorgando derecho de veto a las corrientes principales. Si el PRD necesita para cambiar del permiso de René Bejarano entonces no habrá ningún resolutivo trascendental en el Congreso y todo acabaría en una simulación más.

Ahora bien, si en lo fundamental coincido con Cuauhtémoc Cárdenas en los tres primeros puntos (aplicación del Estatuto y que no prive la impunidad, diagnóstico sobre la crisis del partido e impostergable reforma profunda de éste) no así en el cuarto, en su propuesta sobre el cambio de dirección política. El Ingeniero propone nombrar a una comisión directiva provisional y disolver todos los órganos colegiados de tal manera que no exista nada más que dicha comisión. Con ello los dirigentes nombrados se vuelven omnímodos y plenipotenciarios, lo que no concuerda con un partido democrático que entiende el valor de los equilibrios, los contrapesos y la rendición de cuentas. Esa dirección sólo se respondería a sí misma y aunque sea transitoria me parece inaceptable. Lo que necesitamos en todos los ámbitos políticos del país es desconcentrar el poder, no lo inverso.

Sin embargo, entiendo su preocupación. ¿Cómo se podrá cambiar el partido si eso implica afectar intereses de los que tienen mayoría en los órganos colegiados de dirección? En este aspecto me parece que tendría más viabilidad el involucramiento preponderante de alguien con la autoridad y la estatura de Cuauhtémoc Cárdenas en el Congreso Nacional Extraordinario y en la nueva época del PRD que la improbable –por no decir imposible- renuncia al poder compartido de todos los actores partidarios para dejárselo a una comisión todopoderosa.

Estoy convencido de que los políticos deben ser evaluados permanentemente y dar cuenta de las responsabilidades que asumen. En ese sentido Jesús Ortega y la dirección que encabeza tendrán que presentar un informe de lo acontecido en la elección al Consejo Nacional. La permanencia o no de los actuales dirigentes debe surgir del análisis sereno y la discusión razonada y no de la presión de grupos de interés y menos de aquellos que violaron la norma para meterle el pie al actual presidente. En efecto, el juego perverso de trabajar a favor de otros partidos se dio para debilitar a la dirección por no ser pejista.

Un principio universal del Derecho es que nadie puede beneficiarse de su propio delito. No es correcto que se salgan con la suya los que realizaron labor de zapa. Pero más allá de criterios legales o morales, lo que debe determinar lo conducente respecto a si debe haber continuidad en la dirección o cambiar ésta es la pertinencia política de ambas medidas. Lo que es a todas luces urgente es llevar a cabo las dos tareas apremiantes que se desprenden del llamamiento de Cuauhtémoc y con las cuales coincido plenamente: la sanción a los tránsfugas que compitieron o trabajaron contra el PRD y la transformación real y profunda de éste. Si Jesús Ortega acredita en el Consejo Nacional que puede cumplir con ambos objetivos entonces mi opinión es que debe permanecer como presidente.

De paso…
Dos crímenes. A Fernando Martí no lo secuestraron dos veces ni mucho menos lo asesinaron arteramente en dos ocasiones. Lo que asusta no es la falta de coordinación de los policías –ya estamos acostumbrados- sino la multiplicación de los responsables, pues alguna corporación tiene a chivos expiatorios detenidos. La moderna forma de gobernar para el gran público y ser rehén de la presión mediática puede llevar a la fabricación de culpables para calmar los ánimos sociales y mantener –o si se puede incrementar- la popularidad que presagia el siguiente cargo. Una de las policías miente y es indispensable que se aclare el caso, pues de lo contrario la práctica de fabricar culpables para no parecer inepto puede hacer escuela si es que no es ya práctica cotidiana… Calderón quiere hacerse de Michoacán en el 2011 a como dé lugar, pues en eso cifra sus esperanzas de llegar fortalecido e incidir en la sucesión presidencial tanto en la determinación del candidato de su partido como en la elección constitucional. Y su imaginación no le da para más que llevar un virtual Estado de sitio con desbordantes ríos de sangre a su estado natal… ¡Salud a Mandela por su cumpleaños 91!

martes, 14 de julio de 2009

EL FUTURO DEL PRD

Fernando Belaunzarán

Los gobernadores y la cúpula del PRD ya decretaron la unidad de ese instituto político. Un buen deseo para conseguir un fin loable que sin embargo puede quedarse en eso, un simple propósito deseable, si es que no se solucionan los problemas de fondo que lo han alejado de sectores importantes de la población que en un momento dado le otorgaron la confianza de su voto. Porque no se trata de permanecer juntos como sea y proseguir una dinámica destructiva que no es otra cosa que un suicidio político colectivo. El punto es hacer que la izquierda política detenga su caída, logre colocarse en el ánimo de los electores para el 2012 y, lo más importante, vuelva a ser la opción de cambio democrático y de combate a la injusticia y la desigualdad en nuestro país como lo era en sus inicios. Y eso será imposible si uno de los ausentes de Morelia, Andrés Manuel López Obrador, no hace compromisos claros para aceptar reglas y mecanismos comunes para convivir, tomar definiciones y dirimir diferencias de manera colegiada, institucional y democrática que obliguen a todos por igual.

Y es ahí donde el encomiable llamado a la unidad por parte del eje Ebrard-Amalia-Godoy se torna, para desgracia de la izquierda y del país, en utópico, pues AMLO ya estableció su forma de relacionarse con el PRD: “Si no se acuerda lo que yo quiero, lo apruebo en asamblea a mano alzada en el Hemiciclo a Juárez; si discrepan de mí les echo encima a la plaza pública y lastimo sus reputaciones; si no queda de presidente mi elegido hago campaña por otros partidos; si no es mi propuesta pongo candidato bajo otras siglas; si no me dan la coordinación saco a mis legisladores del grupo parlamentario; si no me parece lo que se discute en la Cámara de Diputados tomo la tribuna con independencia de lo que piense la mayoría de la fracción; si no me hacen candidato a la presidencia en el 2012 me postula el PT”. A eso es a lo que él llama “gobernar desde la oposición”, y sería un despropósito que con el fin de preservar la unidad a toda costa se acepte mantener ese juego perverso que tiene por objeto controlar al PRD desde fuera mediante el burdo e infame chantaje.

Pero el problema no se agota en la falta de convicción democrática, la ausencia de compromiso partidario y la exultante soberbia del ex candidato presidencial. El PRD, con o sin López Obrador, deja mucho que desear. En la lucha por el poder se ha olvidado de que éste debía ser un instrumento para transformar lo que hay de injusto en nuestro país que, por cierto, es demasiado. Por eso es que mucho de lo que se demandaba estando en la oposición se olvidó cuando se llegó al gobierno.

Ya no gustó desconcentrar el poder, instalar contrapesos y equilibrios e incluso ser ejemplo de transparencia. Se olvidó la lucha contra el régimen presidencialista llegando al absurdo de coincidir en la mesa para la reforma del Estado, por presiones de AMLO, con Felipe Calderón en la permanencia del presidencialismo a pesar de que es obvio no sólo su disfuncionalidad actual sino su perversidad al traer aparejado autoritarismo, corrupción e impunidad. Pero no sólo eso, también se hizo a un lado la lucha por convertir al DF en el estado 32, se ocultó vergonzosamente la información sobre la construcción de los segundos pisos y se reprodujeron políticas oprobiosas, propias de la derecha, como las razias contra los jóvenes, una de las cuales provocó la tragedia del News Divine. Por este tipo de cosas, aunado a que se ha perdido filo e impulso reformador de acuerdo a un programa de libertades, profundización de la democracia y alternativa viable al actual modelo económico es que ahora muchos ciudadanos no distinguieron las diferencias entre el proyecto perredista y el de las otras fuerzas políticas y percibieron la elección como una simple lucha del poder por el poder entre lo mismo.

En el lugar dónde fue diferente, en la Asamblea Legislativa del DF, y se consiguieron importantes logros como la despenalización del aborto, la Ley de Sociedades en Convivencia, el divorcio express, entre otros emblemáticos y polémicos temas de la izquierda, se decidió castigar al grupo que promovió estos avances porque, según la cultura priísta que sigue predominando aún en las entidades que no gobierna, es intolerable la mínima independencia respecto al Poder Ejecutivo.

Por desgracia, en la conocida dicotomía complementaria de continuidad y ruptura, el PRD hasta ahora ha sido más continuidad que ruptura cuando gobierna. Falta el sello de izquierda en las administraciones perredistas. Los programas sociales, si bien importantes, son insuficientes para darlo y prueba de ello que gobiernos de todos los partidos los retomaron de muy buena gana, en virtud de los altos réditos electorales que producen.

Donde el PRD no gobierna ni tiene una amplia base social las cosas son peores. En algunos estados las direcciones han aceptado el papel de comparsa de gobernantes deleznables o negocian a cambio de ventajas particulares, y en algunos casos, personales, favores políticos, aprobaciones de leyes, iniciativas y cuentas públicas. Esta inaceptable corrupción es consecuencia, por una parte, de haber diluido el perfil de oposición que lucha por cambios profundos y, en su lugar, adoptar un rol que reproduce, más que cuestionar, el status quo; y por la otra de la utilización facciosa que se hace de las enormes facultades legales y metalegales que le fueron acotadas al presidente de la república con las reformas de la transición inconclusa y que ahora gozan a plenitud los gobernadores de 31 estados y el jefe de Gobierno. En muchas entidades estos modernos señores feudales controlan a los tres poderes, a los órganos supuestamente autónomos, a no pocos medios de comunicación y hasta a algunos partidos de oposición.

Mención especial merece la cultura política. Corrientes, liderazgos y gobernantes promueven el servilismo y la incondicionalidad más que el pensamiento crítico y la independencia de criterio. Se premia a los abyectos y se castiga a los que cuestionan. Si algo se valora es a los operadores que consiguen lo que se les pide sin importar cómo lo hacen. Muchas decisiones importantes se toman fuera de los órganos de dirección y las normas son burladas con frecuencia. La institucionalidad en consecuencia es débil y eso alienta la conculcación de derechos de militantes. En las elecciones internas se expresa con crudeza que en la lucha de tribus todo está permitido. Se prefiere promover y heredar cargos a los cercanos aunque limitados que permitir abrir espacios a los no asimilados al grupo propio. Sólo por excepción se consideran las trayectorias, capacidades y méritos. Se reproduce el vicio del palomeó y el veto por parte de las voluntades supremas, el conocido “dedazo” que se popularizo en los largos años del régimen de partido de Estado.

Por supuesto, la crítica necesaria de los problemas del partido puede llevar al error de no valorar adecuadamente la importancia y lo valioso que ha sido el PRD en sus veinte años de existencia. Precisamente por eso es que lo correcto es preservar a esta opción política y la única forma de hacerlo es transformándola. El PRD ha sido clave para lograr los avances democráticos del país y conquistar libertades públicas, defender los recursos naturales, detener algunas políticas lesivas, salvaguardar y ensanchar derechos humanos, colectivos, laborales, de género, de las minorías etc.

El futuro del PRD está ligado a su capacidad que tenga para afrontar estos problemas. Si el acuerdo de unidad de Morelia se va a traducir en sólo modificar aquello en lo que todos estén de acuerdo podemos adelantar el fracaso rotundo de la empresa, pues para preservar sus intereses las facciones pactarían el gatopardismo. La unidad no puede significar la renuncia de la mayoría a tomar decisiones. Eso sería tanto como aceptar la inmovilidad y el anquilosamiento. La minoría está obligada a aceptar esa facultad de la mayoría, así como ésta está obligada a incluir a la minoría. Así funciona la democracia. Claro, para eso se necesitan demócratas.

De paso…
Asterisco. Cuando Barry Bonds rompió el emblemático record de 755 cuadrangulares en grandes ligas que ostentaba Hank Aaron, también conocido como “El Martillo”, algunos analistas deportivos decían que había que ponerle un asterisco a tan histórico logro, el cual nos debería a llevar a una nota a pie de página: “conseguido gracias al consumo de esteroides”. Pues bien, en el triunfo de “Juanito” en Iztapaplapa que es prácticamente lo único que tiene López Obrador para presumir de los resultados electorales, sin querer con ello negar su presencia en esa zona popular del la Ciudad de México, también requiere de un asterisco: “el triunfo del PT se logró con el apoyo de los recursos y los programas sociales del GDF en la delegación en donde éstos no sólo son más numerosos sino también más concentrados”. Digo, si se quiere ser objetivo y riguroso… La solución al problema del narco pasa por la legalización de las drogas blandas. La llamada “guerra contra el narcotráfico” como está planteada es absurda por interminable y costosa en vidas humanas y recursos, así como por la descomposición del tejido social que genera. Es mezquino y absolutamente inmoral que por réditos de popularidad se condene al pueblo mexicano a seguir pagando por décadas altas cuotas de sangre y vivir en la zozobra de saber que todos estamos expuestos ante el inmenso poder que tienen los empresarios del negocio más rentable del mundo… El Vasco Aguirre perdió la cabeza de manera imperdonable al patear a un jugador de Panamá. Espero que se serene por el bien de todos, porque a pesar de que pasan tres directo y uno más va a repechaje, si México no mejora pudiera ser que quedara fuera del Mundial y si a eso le agregamos que lo peor de la crisis está por venir, entonces sí que ¡sálvese quien pueda!...

miércoles, 8 de julio de 2009

LA CRUDA REALIDAD

Fernando Belaunzarán

Los resultados electorales son tan contundentes que dejan muy poco espacio a la especulación. El PRI es el gran ganador de estas elecciones con escasa participación y menos entusiasmo. El PAN pagó el costo de la incapacidad gubernamental para afrontar con éxito los grandes problemas que sacuden al país y sólo el merecido voto de castigo para Eduardo Bours por el incendio de la guardería en Sonora le permitió salvar una gubernatura, la cual no le alcanza -como tampoco su avance en el DF- para salvarse del fracaso. La izquierda en su conjunto sufrió una debacle de enormes proporciones si la comparamos con lo que consiguió hace apenas tres años; sin embargo, en virtud de lo acontecido desde entonces nadie se extraña de que así haya ocurrido. El derrotero tomado tras el controvertido proceso del 2006 por el candidato presidencial derrotado y la división interna por él ocasionada e incentivada, incluso durante la misma campaña electoral, presagiaban el desastre.

El PRI está en el mejor de los mundos. Lo peor de la crisis económica está por venir y el gobierno que es al que le llegará la factura por esa situación no podrá hacer nada sin acordarlo con ese partido. Felipe Calderón seguramente tendrá la tentación de aprovechar el desprestigio de los legisladores para presionar a favor de sus reformas, pero la reciente elección lo dejó en posición de debilidad y no parece que pueda lograr el respaldo popular suficiente como para arrinconar al Congreso. Por ello mismo es que optó por el llamado a la reconciliación con el priísmo y en prenda les obsequió la cabeza de Germán Martínez que en un intento desesperado por cambiar tendencias recurrió al ataque directo e infamante contra los que en breve serán la primera fuerza en la Cámara de Diputados.

Si el partido del viejo régimen resuelve sin fracturas su candidato presidencial y si a éste la soberbia no le obnubila la razón como ocurrió con el que llegó como puntero en el 2006, entonces se ve difícil evitar el regreso del PRI a Los Pinos. A menos que surgiera otra opción que sea capaz de motivar y entusiasmar a los millones de electores que se quedaron el domingo pasado en sus casas o prefirieron manifestar su inconformidad anulando el voto. Ante el desgaste de la clase política en su conjunto, el surgimiento de una opción ciudadana al margen de los partidos existentes pudiera ser muy atractiva para amplios sectores sociales. El problema es que en la izquierda que pudiera irrumpir con ese tipo de propuesta está pasmada por sus conflictos internos.

De hecho, el PRD y sobre todo su ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, debieron ser los que aprovecharan las fallas y limitaciones de la administración calderonista por haber sido la otra opción y de esa manera consolidar e incrementar la fuerza que se expresó a su favor en las pasadas elecciones presidenciales. La situación está para que el país estuviera aclamando a Andrés Manuel y éste simplemente esperara a que el poder le cayera en las manos como fruta madura. Por desgracia no sólo no se aprovechó la oportunidad sino que AMLO se autoanuló con su visceralidad y su probada falta de convicción democrática sino que revivió al PRI que se encontraba en la lona. Entre la incapacidad de uno (Calderón) y los desplantes irresponsables del otro (López Obrador), la gente optó por voltear al pasado corrupto y autoritario, pero que le transmite mayor certidumbre en estos tiempos aciagos.

Ante esa lamentable situación, parece mentira que sin ningún atisbo de autocrítica, el que dividió a la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, envié a un batallón de “juanitos” a exigir la renuncia de Jesús Ortega por el mal resultado que él mismo provocó al llamar a votar por otros partidos. Le amputa con serrucho y sin anestesia la pierna al niño para luego mostrarse preocupadísimo por la salud del infante y lamentarse porque éste no ganó la carrera, y con descomunal cinismo responsabilizar al único que lo cuidó. Si alguien vio por la unidad durante este proceso fue Chucho, el cual aguantó todas las provocaciones, eludió confrontarse e hizo un sinfín de concesiones. Bueno, hasta le regaló la candidatura plurinominal a Alejandro Encinas.

Pero para Andrés Manuel el 2009 fue una continuación de la contienda interna por la presidencia del PRD y quiso mostrar su músculo al margen del partido para después pelear por conseguir la hegemonía a su interior, luchando, además, por mantener las prerrogativas del PT y Convergencia. Nadie puede decir que no haya tenido algunos logros en ese sentido. Pero son tan pequeños esos fines y tan obtusa la visión que los prioriza que se le pasó de largo lo fundamental: la posibilidad de disputar con éxito el rumbo del país en el 2012 frente a otros proyectos. La votación mostró algo que se sabía de antemano: con la división pierden todos.

Fuera del PRD (con PT y Convergencia), AMLO tuvo menos de 6% de los votos y la suma de lo obtenido por los tres partidos que se coaligaron para apoyarlo en la elección presidencial es de 18%, apenas la mitad de lo obtenido en la elección presidencial. En Tabasco y la Ciudad de México, donde sí apoyó a su partido, las cosas también fueron muy diferentes a lo ocurrido tres años antes. En su estado natal perdió todos los distritos que había ganado por amplísima mayoría, mientras que en la capital de la república se cayó la votación del 49% en el 2006 al 28% en el 2009 para diputados locales. Ahí el PAN no sólo mantuvo lo que tenía sino que se adjudicó la influyente delegación Cuajimalpa y pasó de ganar cuatro distritos locales a triunfar en nueve. El PRI creció al 18% y, por primera vez en doce años, triunfó en un distrito federal. Además, el PRD perdió su mayoría absoluta en la ALDF y si se da un 2012 polarizado entre el PRI y el PAN la izquierda puede perder la ciudad. Mientras Peña Nieto arrasó en el Estado de México, Marcelo Ebrard retrocedió en el DF. Eso sí, Andrés y Marcelo fueron muy eficientes en arrancarle espacios a su disidencia interna haciendo uso de su partido B y de los inagotables recursos del Gobierno del Distrito Federal. Ganaron para su grupo Iztapalapa… pero perdieron el país.

No hay duda de que en plazas importantes y emblemáticas como Neza y otros municipios del Estado de México, por no decir distritos de Guerrero, Morelos, Oaxaca, Hidalgo y un largo etcétera, la división fomentada por el éxodo inducido de perredistas al PT y Convergencia, pero sobre todo el apoyo del excandidato presidencial a esos partidos, fueron determinantes para que se perdieran.

Ahora bien, si estamos de acuerdo en que la predominancia de la visión de facción, la división descarnada e inescrupulosa que sufrió el PRD está en el centro de su electoral sería correcto preguntarse si es posible recomponer la convivencia interna entre los dos bloques que se han enfrentado en los últimos años y así evitar la ruptura. Pero para que esa posibilidad sea viable se requeriría que AMLO acepte participar en las discusiones de los órganos de dirección del partido y asuma sus resolutivos lo que resulta francamente utópico, como también lo es que cambie de estrategia política no obstante el probado fracaso que tuvo en las urnas el pasado domingo. Es más, como está inmerso en el pensamiento “centenarista” que sostiene que cada cien años se da una heroica lucha de liberación del pueblo mexicano y supone que ahora, en el 2010, ésta conseguirá que Calderón renuncie y él pueda resurgir de sus cenizas cual Ave Fénix, es de esperarse que siga apostando a la descomposición institucional de la república. Es evidente que aunque el PRI ya anunció que no aceptará nuevos impuestos, de cualquier manera AMLO encontrara alguna razón para tomar tribunas durante toda la legislatura y no hay duda de que va a privilegiar la lucha en las calles. La división es dolorosa, pero la unidad a toda costa que significa mantener las cosas como están y perpetuar la esquizofrenia destructiva generada por la coexistencia anárquica de dos líneas políticas que se excluyen sería mucho peor, no sólo por ir hacia una segura derrota sino porque se sacrificaría la posibilidad de ver al futuro y construir en esa perspectiva algo distinto y mejor.

Por supuesto, mal haría el PRD en echarle toda la culpa a Andrés Manuel López Obrador y omitir la indispensable autocrítica a la que está obligado o eludir las responsabilidades que existen como institución, como corrientes o como dirigentes del partido no sólo por los resultados recientes sino por el partido que tenemos, que si bien es importante y valioso está lejos de ser lo que quisiéramos que fuera. Sin condescendencias de ningún tipo el perredismo debe, por fin, verse al espejo, sacrificar privilegios y refundar al principal partido que ha construido la izquierda mexicana. De nada van a servir cambios cosméticos.

El PRD debe recuperar su ánimo reformador y volver a ser la principal fuerza democratizadora del país. Los programas sociales son necesarios para paliar los efectos de la pobreza extendida de nuestro país, pero como crean importantes clientelas que luego van a las urnas a votar por el partido que su “benfactor” les indica, gobiernos de todos los colores hacen uso prolijo de ellos. Por eso, tales programas no bastan para distinguir a un gobierno de izquierda. Políticas públicas diferentes y un modelo económico alternativo que termine con los monopolios y genere riqueza para distribuirla mejor debiera ponerse en el centro del discurso del PRD aunado al del reencauzar el proceso de transición democrática que se quedó trunco y que paso gran parte de las atribuciones metaconstitucionales del presidente omnipotenete a los gobernadores devenidos en señores feudales. Sigo sosteniendo que hoy, como desde hace muchos años, en México no hay nadie más radical que un demócrata.

Para no ser una izquierda conformista asimilada al status quo, es preciso que el PRD ponga su programa por delante y haga de sus gobiernos promotores del mismo aunque eso signifique renunciar a muchos privilegios que éste régimen presidencialista y democrático a medias le otorga a quienes gobiernan. Sólo así podrá entusiasmar a la población y convencerla de que representa un cambio real y deseable para el país. La gente que puede darle el triunfo a la izquierda le dará su voto no por interés inmediato sino porque ésta representa un avance moral respecto a lo existente. El PRD necesita ir a un Congreso para replantearse a fondo y corregir el rumbo.

Da pena que en momentos en que urgen ideas y tomar definiciones estratégicas, la preocupación de unos sea conseguir impunidad para un “gran líder” como si se tratara de una canonjía aceptable en un partido de izquierda. Quienes más obligados están a cumplir las normas son los dirigentes porque de lo contrario no tendrán autoridad moral para exigir su aplicación al resto de los mortales. En mi opinión, eso no debiera contaminar la discusión que debe girar en temas más trascendentes. El tema me parece además saldado. Andrés Manuel López Obrador no necesita ser expulsado. Él decidió irse desde el momento en que apoyó a otros partidos. Que regrese como si nada hubiera pasado lejos de solucionar el conflicto lo agudiza. El PRD debe empezar una nueva etapa dejando en claro que en la lucha por el poder no todo está permitido.


De paso…

Iztapalapa. Es indudable que Andrés Manuel López Obrador conserva una fuerza importante en las zonas populares de la Ciudad de México y, por lo mismo, en Iztapalapa como en ninguna otra. También es cierto que a pesar de que Clara Brugada ganó en primera instancia en una elección interna tramposa e inequitativa se quedó la impresión en amplios sectores de que su salida como candidata del PRD era una injusticia, un agravio al que era legítimo enfrentarse. Por otra parte a la candidata Silvia Oliva no se le apreció como se debía por los méritos y la capacidad que tiene y en cambio continuamente se le descalificó de manera fácil por su relación con el Senador René Arce. Y más importante que todo lo anterior, se utilizaron recursos ilimitados y las estructuras de los programas sociales del GDF para hacer ganar a “Juanito”, el cual asegura que va a renunciar. Después Marcelo Ebrard tendrá que presentar la propuesta de Clara Brugada porque de lo contrario lo van a acusar de traidor en la plaza pública y no va a abrir ese flanco aunque tenga que pagar un alto costo político por cumplir la instrucción de su antecesor. La única posibilidad que tiene de que esa propuesta pase en la ALDF es que algún “puro” negocie con el PRI o con el PAN su atingencia. Yo propongo a AMLO… Algunos orgullosos “liberales” de manera elíptica empiezan a justificar el Golpe de Estado en Honduras con el fantasma del chavismo y la Iglesia Católica se presta a jugar un papel similar al que tuvo en la caída de Salvador Allende. El fin no justifica los medios y Manuel Zelaya debe regresar a terminar su mandato. Y éste bien haría en dejar por la paz su pretensión autoritaria de reelegirse sin que esa figura esté hoy contemplada en la Constitución de aquel país…