jueves, 22 de julio de 2010

NARCOTERRORISMO

Fernando Belaunzarán

El problema del tobogán de la violencia en el que estamos instalados es que no se le ve el fondo. Los costos son muchos, los logros magros y se impone la certeza de que viene lo peor. Parece que nos dirigimos hacia ninguna parte en esta “guerra” y que los niveles de salvajismo y barbarie que ya hemos visto no son el último nivel. Algunos métodos propios del terrorismo se vienen usando desde hace años y el coche bomba en Ciudad Juárez y otra matanza indiscriminada de asistentes a una fiesta en Torreón han llevado la discusión sobre si lo que estamos padeciendo ya es un fenómeno al que, para diferenciarlo del que tiene claros y notorios objetivos políticos o religiosos, podemos denominar como “narcoterrorismo”.

Si el principal objetivo del terrorismo es generar terror en la población, e incluso en las fuerzas del orden que tienen la obligación de combatir al crimen, pocos podrían dudar de que eso es lo que han logrado las bandas de narcotraficantes con las emboscadas, los levantones, las irrupciones armadas en locales públicos y, por supuesto, con la utilización de métodos tradicionales del terrorismo como el asesinato indiscriminado con granadas, como en Morelia, o coches bomba, como en Ciudad Juárez, o las masacres de jóvenes en Torreón o en centros de rehabilitación, por decir sólo los hechos más emblemáticos. De hecho, las decapitaciones fueron imitadas de los grupos fundamentalistas de Oriente Medio que incluso subieron a la red sus terribles prácticas.

Resulta un poco bizantina la discusión sobre si el coche bomba en Ciudad Juárez fue o no un acto terrorista, pues a pesar de ser un atentado en vía pública se dirigió claramente a la policía, es decir, tuvo un objetivo militar. Pero así han sido la inmensa mayoría de los atentados de ETA y es evidente el enorme consenso que hay en España de caracterizar dichos ataques como terrorismo. Es verdad que ETA tiene un claro objetivo político al demandar la independencia de la región vasca, pero, por eso mismo, vale la pena distinguir la presentada en México con la de aquella con un nombre singular: narcoterrorismo.

Lo que no se puede negar es que en todo el país están cambiando los hábitos y las costumbres de los habitantes por temor a la inseguridad y la violencia, sobre todo en las zonas de mayor agresividad del narco. Ahora se habla de “toques de queda de facto” en ciudades fronterizas. El terror es una estrategia política aunque los objetivos sean económicos. Es más, se vuelve difícil encontrar la frontera entre estos dos ámbitos, pues es tal la cantidad de dinero que se mueve que, además de permearlo todo, es evidente e inocultable que diversifica sus intereses y tentáculos. El narco ya está en la política y hace política.

Es verdad que no hay ideología o convicción religiosa llevada al fanatismo, pero hay combate, deseo de prevalecer y múltiples recursos para retar a un Estado al que ven confrontado consigo mismo, con muchas contradicciones e instituciones debilitadas, y el narco se aprovecha de todo ello, desde dentro infiltrando, y desde fuera golpeando donde duele e incentivando la notoria división.

Frente a esa grave amenaza que carcome y golpea al Estado, resulta incomprensible –si no se conociera el autismo y mediocridad de la clase política mexicana, así como la mezquindad de grupos y personajes influyentes- que no se imponga, aunque sea por sobrevivencia, el sentimiento de unidad. Por mucho menos que lo que estamos padeciendo, otras sociedades ya hubieran salido a la calle a expresar su repudio y mostrar que a pesar de las diferencias todos nos juntamos para enfrentar al enemigo común y pernicioso. Al igual que en España salen todos, políticos y sociedad, a manifestarse contra cada atentado de ETA, en México debiéramos hacer lo mismo ante cada acto de barbarie del narco. Pero pueden más las divisiones, el cálculo faccioso y el ánimo de vendetta.

La unidad en torno a la violencia no puede construirse a partir de la absurda pretensión de compartir el fracaso e ir todos tomados de la mano a la caída libre en un abismo sin fin. Felipe Calderón hace bien en convocar a cerrar filas, pero eso será posible en la medida en que esté dispuesto a revisar su estrategia que lejos de funcionar se ha convertido en parte del problema. Mantener la lógica punitiva como primordial en el combate a las drogas es ya anacrónico, anticlimático e incluso irresponsable. Hay que virar, como lo hizo Obama, y priorizar la lucha contra el consumo, la prevención, la educación, la información y el tratamiento de adicciones. Aunado a ellos debemos tener un servicio de inteligencia digno de ese nombre, contar con las herramientas para detectar e intervenir los flujos financieros y las propiedades del narco. Y en ese sentido de atacar al negocio, el golpe maestro es legalizar las drogas, empezando por las blandas y en primerísimo lugar la marihuana que es la que mayores ganancias genera.

Es increíble que mientras en Estados Unidos, país que inventó la “guerra contra las drogas”, se flexibilizan y empiezan a modificar lo que no ha funcionado, aquí que tenemos el problema desbordado con 25 mil muertos en 3 años y medio se aplica una política punitiva extrema. Calderón se muestra más papista que el Papa a pesar de los desastrosos resultados. Espero que muestre, junto con el resto de la clase política, estatura de miras para construir un amplio consenso entorno a una nueva estrategia, más inteligente y eficaz. De lo contrario, temo pensar cómo llegará el país al crítico 2012.

De paso…

Petate del muerto. De manera poco sutil, han llovido las quejas por la victoria del aliancismo el pasado 4 de julio. Andrés Manuel López Obrador y Vicente Fox juegan a los espejos. El primero dice que ganó el PAN y el otro que ganó el PRD. Ambos tienen razón, aunque también y principalmente ganó la gente. Pero lo que llama más la atención no son los pataleos de los que apostaban al carro completo del PRI para presentarse como salvadores de sus partidos y saltar al abordaje de los mismos para hacerse del control de la selección del candidato presidencial sino de los que ya estaban subidos al carro de Peña Nieto y ven, con justa razón, los pasados resultados como una amenaza a lo que ya sentían como un trámite: la llegada del gobernador del Estado de México a Los Pinos. Y lo que ahora dicen, basándose en datos del encuestador de Salinas, es que AMLO podría ser el próximo presidente si el PAN insiste en querer obstaculizar la llegada del PRI con acuerdos con la izquierda. ¿Cómo explican tan súbita y sorpresiva subida? No lo hacen y ni falta hace. Desde que el político tabasqueño se opuso a las alianzas, y más ahora que viene la del Estado de México, éste se convirtió en el aliado de “la mafia que le robó la presidencia”. Por una parte quieren asustar a los poderes fácticos que titubean ante la falta de certeza de la victoria de Peña Nieto y por la otra quieren fortalecer al que quiere dinamitar la alianza en el estado con el mayor padrón electoral del país. ¡Cómo da giros la vida… y la política!... Es impresionante ver cómo crece en la sociedad la idea de Juan Ramón de la Fuente como posible candidato ciudadano a la presidencia, apoyado por la izquierda. Y eso que el ex rector, todavía no se decide… Gran ejemplo las chicas de la selección sub 20 femenil que pasaron a la siguiente ronda en primer lugar de grupo. Da gusto verlas jugar tan bien y con tantas ganas. Son mis heroínas… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran

martes, 13 de julio de 2010

LAS ALIANZAS Y EL 2012

Fernando Belaunzarán

Después de las elecciones del domingo, el regreso del PRI a Los Pinos dejó de ser destino inevitable. Ese el dato más relevante de una jornada en la que la atención se centró, con justa razón, en la suerte de las alianzas, no sólo por el gran revuelo que armaron al juntar a los adversarios que tan mal terminaron en la elección presidencial o porque pudieron arrebatar plazas con alto valor simbólico y emblemático a los cacicazgos como son las de Oaxaca y Puebla sino porque se dio un punto de quiebre en el camino de la sucesión presidencial y eso no sólo afectará la política nacional sino también la vida interna de los partidos, pues la elección aceleró los tiempos y el 2012 ya nos alcanzó a todos.

Es verdad que hubo un fuerte impulso ciudadano a favor de la alternancia, el cual se manifestó con una afluencia masiva a las urnas y un notorio voto de castigo a los gobiernos salientes. Pero sería engañarse pensar que los resultados hubieran sido los mismos sin alianzas. Después de las elecciones del 2006 se generó una tendencia nacional favorable al PRI a costa del debilitamiento de los dos polos que prácticamente empataron la elección presidencial.

No es que el partido del viejo régimen haya hecho algo para mejorar sino que ha sabido aprovechar los errores y las fallas ajenas. El PRI es el beneficiario de cierto desengaño por la democracia producido por el no cumplimiento de las expectativas que trajo consigo una transición no consolidada y, por si eso fuera poco, también lo está siendo por la falta de resultados de la actual administración y el agravamiento de los problemas, pues la oposición de izquierda que debió ser la que capitalizará los yerros e insuficiencias del gobierno al haber sido la otra opción en el 2006, se autoanuló al aislarse, dividirse y confrontarse con sectores que la apoyaron. Ante la ineptitud de una parte y la irresponsabilidad de la otra, muchos mexicanos decidieron voltear hacia el pasado, con algo de amnesia, es cierto, pero con el instinto de buscar la isla conocida en el mar de la incertidumbre en el que el país parece naufragar.

Esa circunstancia, potenciada además por un contexto mediático favorable que incluso ha promovido sin pudor alguno la imagen del gobernador priísta del Estado de México para colocarlo en una posición privilegiada en la lucha por la sucesión presidencial, ha puesto al PRI, y a la amenaza de regresión que representa, como el partido a vencer, no sólo en los estados en los que gobierna con caciques premodernos sino también en donde es oposición y, por supuesto, en la próxima elección presidencial.

Si bien las alianzas sirvieron y fueron indispensables para derrotar al PRI en sus bastiones y, con ello, equilibrar el terreno rumbo al 2012, pues por desgracia es costumbre vigente que los gobernadores operen con recursos y pongan sus estructuras al servicio de su partido, lo cierto es que en ese año -y no puede ser de otra manera- el PRD y el PAN correrán en pistas separadas. Si las luchas facciosas de Andrés Manuel López Obrador y Manuel Espino en busca de las candidaturas presidenciales de sus partidos no lo impiden, las alianzas izquierda-derecha tendrán su epílogo en las elecciones del año próximo y su momento estelar, el relevo en el Estado de México, será también su despedida.

Las alianzas funcionaron como factor de cambio, como aglutinador del ánimo social de sacar a la casta que usufructuaba el poder en su beneficio y a favor de una transformación democrática que signifique mayor justicia y más libertades para la población y que acabe con el binomio corrupción-impunidad que durante décadas ha sido el sino de los gobiernos en esas entidades. Es decir, funcionaron como coaliciones opositoras y, en esa medida, pudieron ser congruentes con los objetivos de la izquierda que se plantea transformar condiciones de autoritarismo e injusticia.

En ese sentido, para el PRD sería un despropósito que las alianzas quisieran usarse como instrumentos de continuidad de gobiernos no sólo contrarios sino deficientes como es el caso de la administración federal. Así que en la elección presidencial habrá al menos tres opciones competitivas. Pero entonces, la pregunta es cómo la izquierda puede derrotar al PRI y evitar tanto la regresión autoritaria como la continuidad desastrosa, pues, tal y como se refleja en todos los sondeos, hoy ese partido y su más viable candidato aparecen como la opción más fuerte, pues más allá de la operación de los gobernadores en los estados, está, como quedó claro en las últimas elecciones, la opinión ciudadana.

El triunfo de la izquierda sólo será posible si se cumplen dos condiciones: su unidad, por supuesto, pero también y quizás más importante, convertirse en una opción atractiva que recupere a sus votantes perdidos del 2006, entusiasme a los jóvenes y atraiga a otros sectores sociales, empezando por la clase media con la que debe reconciliarse, y de esa manera. No será fácil, pues en los últimos 3 años se ha generado un voto de rechazo producto de un extremismo que privilegió el deseo de venganza sobre las necesidades de la gente y del Estado mexicano, así como de la división y las prácticas burocráticas que han alejado al PRD de amplios sectores sociales.

La solución, desde mi punto de vista, puede y debe venir de la sociedad que, como nunca, es necesario que se haga presente. El gran desgaste de un sistema político endógeno que ha sido claramente rebasado por los problemas nacionales hace urgente más allá de un simple cambio de siglas en el gobierno, una verdadera sacudida al régimen para cambiarlo y hacerlo funcional. El escenario es inmejorable para una irrupción ciudadana en la gran definición del 2012 y que recupere el entusiasmo social a favor del cambio, para la cual la izquierda política debe estar abierta y mostrarse sensible, no para pretender encabezarla sino para sumarse a ella.

Veo dos personajes que pudieran encabezar un fenómeno de esa magnitud: José Woldenberg, el demócrata más consistente del país y el digno presidente del IFE de las elecciones de la alternancia; y Juan Ramón de la Fuente que hizo resurgir a la UNAM en su momento más difícil desde los años 30 del siglo pasado, y cuyo prestigio y capacidad pueden y deben servir a México en estos momentos críticos. Lo que es un hecho es que el 2012 está en el aire y espero que caiga con la cara izquierda al sol.


De paso…

Furia. España es digno y justo campeón del Mundial. Fue el equipo que desplegó mejor futbol durante toda la competencia y si perdió el primer partido y los demás, exceptó uno, los resolvió con la mínima diferencia en partidos que se complicaron y resultaron ser cardiacos a pesar de haberlos dominado fue por su inagotable capacidad de fallar opciones claras de gol frente al marco, lo cual quizás explique, por herencia, esa misma característica en la selección mexicana. Felicidades a España y pienso con alegría en lo mucho que le debo y le debe México al gran exilio español que llegó con la tragedia de la derrota de la República Española a cuestas por parte de un golpe de Estado fascista… Una foto publicada en Reforma el pasado 4 de julio, en la que un servidor aparece viendo el futbol mundialista con Antonio Solá, generó un intento de linchamiento moral de pestiulente tufo macartista en mi contra por parte de la jihad pejista. Al controvertido publicista español lo conocí una semana antes en el marco de un acuerdo entre el PRD y el PAN en la elección para gobernador en Tlaxcala y tuvo la gentileza de invitarnos a su mesa a Carole Simonne, reportera del periódico Reforma, y a mí después de que nos perdimos el primer tiempo del juego de España en contra de Paraguay de cuartos de final por estar buscando un establecimiento con Sky, lo cual le agradezco mucho pues la culminación del partido valió realmente la pena. Por supuesto que reconozco que si bien la campaña de guerra sucia contra mi entonces candidato, Andrés Manuel López Obrador diseñada por él fue exitosa, también fue muy perniciosa para la democracia y contribuyó a exacerbar los ánimos y sembró el odio entre los mexicanos. Pero considero que uno de los peores lastres de la política en México es llevar las diferencias políticas e ideológicas al plano personal y llegar al absurdo antidemocrático de proscribir el diálogo entre adversarios. Uno puede confrontarse políticamente con muchas personas, pero eso no debe obstar para tener con ellos una relación de respeto y civilidad. Sin embargo la reacción alucinante de algunos cancerberos de la “pureza” hace ver no sólo el déficit de cultura democrática que padecemos sino también un salida tramposa: para no hacer autocrítica se magnifican las malas artes de los otros. Sin duda que la campaña negra contra AMLO en 2006 pesó en el resultado, pero no tanto como su soberbia… No subestimó la fuerza que todavía mantiene López Obrador. Por eso es que creo que se deben hacer todos los esfuerzos para que cumpla su palabra y haya un solo candidato de la izquierda en 2012 y éste sea el que mayores posibilidades tenga de ganar. En ese sentido me preocupa que se oponga a la alianza en el Edomex, pues entonces el PRI, Peña Nieto y todos los poderes fácticos que lo apoyan lo pueden usar para salvar la estratégica plaza a favor de su favorito. Los que él llama “la mafia”, mágicamente se pueden convertir en sus aliados… Para ser justos, hay que decir que la estrategia electoral que reclama AMLO sí se aplico en las pasadas elecciones. En el estado de Veracruz, el único al que acudió el ex jefe de Gobierno a apoyar a un candidato a gobernador, se enfrentó la opción de la izquierda, PRD-PT-Convergencia, frente a los candidatos del PRI y del PAN. El candidato del DIA, respaldado por López Obrador, obtuvo el 11% de los votos, con lo cual no dejo de reconocer la gran cantidad de anomalías que se registraron en dicha elección… Ver las derrotas de Ulises Ruíz y de Mario Marín es una satisfacción que bien vale soportar los anatemas de los “puros”… Falleció el controvertido dueño de los Yankees de Nueva York, la franquicia más ganadora del beisball de la Grandes Ligas, George Steinbrenner. Le rindo un merecido tributo por el gran éxito que tuvo al comprar y rescatar a tan legendario equipo, no obstante que a los Yankees los alucino casi como al América. Palabra de mediaroja… Síganme en twitter: @ferbelaunzaran

domingo, 11 de julio de 2010

EL ÉXITO DE LAS ALIANZAS

Fernando Belaunzarán

El llamado “superdomingo” resultó ser un punto de quiebre en el escenario político del país y no, como se había vaticinado, la constatación de la inevitabilidad del regreso del PRI a Los Pinos. Frente a las peculiares alianzas entre izquierda y derecha en algunas entidades para enfrentar cacicazgos, generar por primera vez alternancia y equilibrar el terreno rumbo al 2012, se conformó una coalición aún más extraña para estigmatizarlas, lo que generó que en la suerte de éstas se determinara no sólo el balance de la jornada sino también el establecimiento de los escenarios futuros. De ahí que política, emblemática, simbólica, e incluso numéricamente, se haya dado una clara victoria de parte del aliancismo y, en consecuencia, de sus promotores.

Es verdad que tanto el PAN como el PRD no pudieron mantener las entidades que gobernaban, pero eso sólo demuestra lo que ya se sabía y que se encuentra en el núcleo de las razones que los llevaron a plantearse ir juntos en ciertas elecciones: su mutua y, en cierto sentido, recíproca debilidad. Los dos polos que disputaron la presidencia en el 2006 se han desgastado en estos años y el PRI, que se había caído severamente, resurgió con fuerza a partir no tanto de sus aciertos, rectificaciones, virtudes y cambios -que no se han visto- como de las fallas, errores, deficiencias y decepciones que han producido líderes, gobiernos y los propios partidos de derecha e izquierda.

Está en el arte de la política el cómo convertir la debilidad en fortaleza para poder conseguir objetivos legítimos que si bien no pueden sustraerse de la lucha por el poder que le es intrínseca sirvan también para lograr objetivos valiosos, de acuerdo a la visión, proyecto y valores que cada quien representa. Pues eso fue lo que sucedió con las controvertidas y hoy victoriosas alianzas. Y no neguemos lo evidente: sin éstas no se le hubiera podido vencer al PRI en ningún estado.

Es una falacia sostener que en todo, absolutamente en todo, son antitéticos y excluyentes cualquier izquierda respecto de cualquier derecha y que un gobierno de un signo tiene que hacer lo absolutamente opuesto a lo que hace el del otro. Durante veinte años, Chile demostró que puede hacerse un gobierno de coalición eficiente y exitoso a pesar de las divergencias ideológicas; además, aquí ni siquiera estamos hablando de la conducción de un país sino de entidades cuyo margen de acción y decisión es mucho más acotado. Agarrarse de “los principios” para golpear moralmente a las alianzas no era sino parte de la lucha del poder por el poder que, según sus practicantes, era lo que combatían. Pocos pueden dudar de las posibilidades que se abren y el avance que significa para las sociedades de Oaxaca, Puebla, Sinaloa, y quizás Durango, con el sacudimiento de férreos cacicazgos y la experiencia de la alternancia tras más de 80 años de ser gobernados por un mismo partido.

La política, y de manera muy notoria la electoral, no se puede sustraer del pragmatismo, pues requiere de resultados tangibles en corto plazo. Lo importante es que las decisiones que se tomen no provoquen extravíos y sirvan efectivamente para avanzar hacia los objetivos programáticos que en mucho dan sustento y razón de ser a la existencia de los partidos.

En ese sentido es conveniente tomar en cuenta que la transición democrática mexicana se topó con el escollo de un “feudalismo” que creció al amparo del necesario y deseable debilitamiento del viejo presidencialismo y de la ausencia de contrapesos y equilibrios locales. Los gobernadores se volvieron caciques todopoderosos que ejercen discrecionalmente en sus estados las facultades metalegales que en su momento tuvo el Presidente de la República. Desde la “plenitud del pinche poder” (Fidel Herrera dixit) se fiscalizan a sí mismos y controlan a los otros poderes, a órganos que debieran ser autónomos, a medios de comunicación e incluso hasta a partidos de oposición.

Al vencer a esos cacicazgos se abre la posibilidad del cambio y de volver a encausar la transición a la democracia desde donde se detuvo, algo que rebasa por mucho al simple pragmatismo y le da coherencia y congruencia a las alianzas. Eso las hizo no sólo necesarias para ganar sino también deseables para mejorar política, económica y socialmente a partir de los triunfos, pues la democratización bien llevada debe generar crecimiento y equidad.

En cualquier democracia moderna las alianzas entre partidos no sólo de signo distinto sino incluso antagónico es un recurso político legítimo y democrático siempre y cuando se haga de manera transparente y con objetivos claros, explícitos y consecuentes con el programa y los valores de las fuerzas coaligadas. Pocas cosas demuestran de manera más nítida la falta de cultura democrática en el país que la estigmatización de la unión de los distintos que se llevó a acabo para enfrentar al adversario que parecía imbatible y que amenaza en 2012 con llevarnos a una regresión que tiraría por la borda veinte años de transición política -aunque los últimos diez hayan sido de estancamiento y descomposición. No en balde la propuesta de reforma política que presentó Enrique Peña Nieto establece que el que el partido que gane la presidencia obtenga mayoría absoluta en las Cámaras, es decir, quiere revivir al viejo régimen.

Es verdad que la alternancia no significa necesariamente cambio, tal y como nos lo demostró con creces Vicente Fox, y hay razones para el escepticismo. El priísmo ha sido derrotado en las urnas, pero no en la cultura. Gobiernos y líderes de todos los partidos han gustado de concentrar el poder, de combatir voces críticas, de heredar cargos y puestos, de echar andar “cargadas”, de hacer causa común con diversos poderes fácticos e incluso, sin pudor alguno, de hacer uso del viejo y mítico dedazo, emblema del viejo régimen. La oposición llegada al poder se convirtió, salvo excepciones, más en un elemento preservador del status quo que de cambio. Eso ha generado cierta decepción en la democracia, aunque no hayamos vivido a cabalidad algo digno de ese nombre. Esto también explica en parte la caída de los partidos promotores de la transición y la recuperación del PRI, al que nadie identifica con la lucha democrática.

Por eso es que tiene sustento el temor de que los triunfos puedan derivar en el cambio de un cacique por otro. Pero ese riesgo existe, la experiencia lo demuestra, con o sin alianza. Sería absurdo que la respuesta a este fenómeno lamentable y embarazoso fuera jugar a perder para no correr riesgo de caer en incongruencia. La solución es que los partidos que plantean recuperar el camino de la transición dejen de ser instrumentos dóciles, solícitos y complacientes de los gobernantes de sus signo político y sean un factor que incida en el cumplimiento de los compromisos adquiridos y que se establezcan controles al ejercicio de gobierno, funcionen los contrapesos y equilibrios y, muy importante, rindan cuentas de manera sistemática, rigurosa, constante y oportuna.

Mucho más extraño que las alianzas entre la izquierda y la derecha -que ya se había llevado a cabo en el pasado sin aspavientos mayores y que son una práctica común en países democráticos- es la coincidencia de grupos y personajes antagónicos en contra de ellas. ¿Alguien habría pensado que políticos tan disímbolos y confrontados como Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador compartirían la misma visión electoral, por no hablar de conocidos periodistas que en el pasado no habían coincidido en nada? La embestida mediática contra las alianzas fue atroz y se escucharon a los más diversos actores expresar su elocuente y, supongo, desinteresada preocupación por la preservación de la pureza en los principios de la izquierda y la derecha, sin decir, por supuesto, que con ello se favorecían los intereses electorales del PRI.

Por eso tiene su mérito que Jesús Ortega y Cesar Nava resistieran la presión, e incluso que éste último decidiera no someterse al chantaje con el cual Enrique Peña Nieto logró el compromiso del Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, de que no habría alianza en Estado de México –menos mal que le tiene sin cuidado al gobernador- a cambio de aprobar la Ley de Ingresos. Si ambos pagaron desde un inicio altos costos por la campaña mediática en su contra, los resultados los pueden redimir, una vez que el debate público centró su atención en las alianzas y el PRI jugó erróneamente la estrategia de generar la percepción del “carro completo”. Hoy Nava y Ortega aparecen como ganadores de la jornada y, con ello, atajan la lucha interna que se cierne sobre sus cabezas y que es la que en buena medida explica el fuego amigo en contra de las alianzas.

Por si eso fuera poco, se ganaron las plazas emblemáticas de Oaxaca y Puebla cuyo peso simbólico resulta indiscutible, pues son leídas correctamente como derrotas de los gobernadores que mejor representan a esos cacicazgos cínicos y despóticos contra los que se construyeron las alianzas. A ello hay que sumar Sinaloa. Estas tres entidades representan 8 millones de habitantes más que las que a su vez recupero el PRI: Aguascalientes, Tlaxcala y Zacatecas. En Durango la diferencia es mínima y si bien el recuento pudiera voltear las cosas, lo cierto es que si Andrés Manuel López Obrador no obliga al PT a romper la alianza en ese estado, ésta hubiera ganado sin problemas. En Hidalgo, por su parte, se logró una votación superior al 45% de los votos en un ambiente de hostigamiento grosero por parte del gobierno del Estado y pudiera caerse en los tribunales.

El éxito de las alianzas crece porque fuera de ellas no hubo otros para el PRD y el PAN y porque ahí se centró la atención de la opinión pública en virtud de una estrategia mediática para desprestigiarlas que acabó siendo contraproducente. De las conclusiones, una sobresale y sin duda provocará reacomodos: El PRI puede ser derrotado en el 2012.

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viernes, 2 de julio de 2010

EL VOTO DEL NARCO

Fernando Belaunzarán

Lo que fue una apuesta de legitimación y cohesión política tras una elección cuestionada se convirtió en el mayor riesgo de desestabilización del país, y si en un principio reiteraban que la lucha era producto de la decisión personal de Felipe Calderón, ahora no sólo diluyen la autoría y protagonismo del titular del Ejecutivo sino que ya la presentan como una reacción ante hechos inadmisibles, en lugar de un giro planeado y ejecutado por la valentía de esta administración. Esos son sólo síntomas de un fracaso inocultable y que recientemente se manifestó en el exultante atrevimiento del narco a matar al candidato a gobernador del partido en el gobierno en Tamaulipas y virtual vencedor de la contienda, según todas las mediciones, a una semana de que se realicen los comicios. Es un golpe en un estado ciertamente violento y con omnipresencia del narco, pero de alcances eminentemente nacionales que sería ingenuo pensar que no fueron calculadas por sus autores.

El asesinato de Rodolfo Torre Cantú requirió una importante logística y conocimiento preciso de la agenda, organización y movimientos del candidato, que sólo pudieron provenir desde las entrañas mismas de su equipo de campaña. El narco combate no sólo con su ejército sino también infiltrando todas las estructuras de poder. Incluso, en los asuntos más críticos se atreven a actuar con descaro y bajo las narices de la autoridad. Recordemos el cadáver de Arturo Beltrán Leyva al que le colocaron billetes para retratarlo a pesar del control militar que se tenía de la escena. En el caso de Torre Cantú enviaron a correos electrónicos de medios y comunicadores prestigiados las fotos tomadas para los peritajes del atentado, mismas que deberían estar en resguardo.

Lejos de ocultar los hechos o pretender discreción, en ambos casos se muestra preocupación no sólo por difundir mediáticamente el acontecimiento sino también por dejar asentada su participación, mandar mensajes a sus adversarios y dejar en claro que también operan desde dentro de los cuerpos de seguridad que supuestamente los combaten. Por supuesto que demuestran fuerza en su territorio y capacidad operativa al matar al que era el virtual próximo gobernador de Tamaulipas, pero es evidente que golpearon allá para hacerse sentir en todo el país.

El voto del miedo siempre le ha favorecido al PRI y Beatriz Paredes supo aprovechar facciosamente el funeral para hacer una arenga proselitista, pero sería muy vulgar y grosero sostener que el atroz crimen fue para favorecer o perjudicar a tal o cual partido en el próximo proceso. El golpe es contra el Estado mexicano en su conjunto y cierne una grave amenaza a la estabilidad y gobernabilidad de la república en momentos de evidente debilidad institucional, disfuncionalidad estructural y polarización política. Es un ataque que exhibe las debilidades del régimen y las utiliza a su favor.

Lejos de unificar a todas las fuerzas y a la sociedad en su conjunto con la amenaza desestabilizadora de un magnicidio con tintes electorales más allá de Tamaulipas, la tragedia se quiso utilizó para conseguir pequeñas ventajas comiciales. Ya sabíamos que el narco hace política, pero ahora no podemos dejar de tomar nota que la hace más allá de la infiltración, la cooptación y la corrupción de funcionarios. Ya no hay duda de que también utilizan el ajusticiamiento como arma política y que llevan a cabo estrategias mediáticas para incidir en la vida pública. Lo que vimos el pasado lunes fue un evento de “narcomarketing político”

Lo menos que se podría esperar es que ante la gravedad de los hechos se estableciera una mesa nacional para cerrar filas y replantear políticas que no han funcionado. Entre más se tarde en propiciar el establecimiento de una política de Estado para enfrentar los problemas de seguridad, combate al narco y crimen organizado, la descomposición política y social, con sus respectivas consecuencias económicas, se seguirá agravando. Es un asunto de sobrevivencia del sistema mismo y, por tanto, queda resaltada la mezquindad de los que regatean siquiera la posibilidad de acordar por enfrentar con éxito la coyuntura amenazante en la que nos encontramos.

Sin embargo, no se ven condiciones favorables para esa mínima unidad que se requiere. El marco de las próximas elecciones que se crisparon por alianzas que el PRI quiso evitar tomando como rehén la política de ingresos del país, así como la difusión de grabaciones ilegales que exhiben a los gobernadores de ese partido en el abuso de “la plenitud de su pinche poder” no ayuda a lograrla.

Por otra parte, algunos acelerados piensan que la gravedad de las cosas abre la puerta a un relevo en la conducción del país y que tal evento los colocaría en una situación de fuerza para definir al sustituto y establecer el rumbo de la nación. Esa es la razón por la que desde el 2006 apuestan a que se agudice la descomposición No se dan cuenta -porque el odio ciega- que en el actual estado de cosas, el cumplimiento de esa hipótesis favorecería la llegada de un gobierno autoritario y sin otra legitimidad que la fuerza ni otra misión que la de mantener el orden a como dé lugar.

Pasando las elecciones no se ve que el escenario mejore, pues la lucha por el 2012 ya está desatada y los estadistas brillan por su ausencia. El narco ahora sabe que sus ataques, por más ominosos que sean, lejos de servir para que hagan causa común en su contra alientan la confrontación en el poder que es algo que les favorece.

Hace bien Calderón en convocar al diálogo nacional para generar unidad frente al narco. Pero para que está pueda darse, debe estar dispuesto a modificar su estrategia y aceptar discutir en serio el tema de la legalización de algunas drogas. De lo contrario no servirá más que para tomarse la foto y reiterar buenos deseos.

De paso…

Tlaxcala. De manera intempestiva, Minerva Hernández, candidata del PRD-PT-Convergencia se sumó a la candidata del PAN, Adriana Dávila a cambio de que ésta aceptara su plataforma programática y un cogobierno en la próxima administración, la cual es una figura democrática que debiera promoverse como alternativa al caciquismo que hoy existe. Una decisión difícil y hasta dolorosa que tiene muchas aristas y mucha historia atrás. En virtud de mi calidad de delegado en ese estado, considero conveniente tratar este asunto de manera extensa pasando las elecciones. Sólo adelanto que, tal y como se presentaron las cosas y por el momento en que se dieron, se actuó correctamente. Finalmente, se contribuye a detener el retorno del Dinosaurio o, en palabras de AMLO, de Santa Anna… Es enfática la Constitución en prohibir toda forma de discriminación, por lo que la SCJN está obligada a aceptar el matrimonio homosexual en el DF y no poner ningún candado extra a los de por sí complicados requerimientos para adoptar en la capital del país… Nada sería más sano para la democracia en el país que el triunfo de las alianzas electorales. El lugar más emblemático es sin duda Oaxaca. ¡Que la sociedad le gane a los caciques!…Se acabó el sueño mundialista y la era Aguirre. Teníamos selección para más, pero entre el árbitro, la falta de actitud para reponerse y el fuerte rival definieron la eliminatoria en contra. Espero que haya un proceso de un solo entrenador de aquí a Brasil 2014… Síganme en twitter: @ferbelaunzaran