martes, 28 de septiembre de 2010

AMLO Y PEÑA NIETO

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

Bajo el ropaje de la pureza suelen esconderse los motivos más mezquinos. Cuando un político atenta contra la consecución de sus objetivos explícitos no necesariamente es porque haya perdido la razón, esté cegado por un afán de venganza, se haya corrompido o, menos aún, sus “principios” lo lleven al sacrificio. El poder es la lógica de la política y ahí es donde tenemos que buscar la racionalidad de su actuación. Si lo que hace lo aleja de lo que se supone debe estar buscando es muy probable que sea porque en realidad quiere otra cosa, porque su prioridad es distinta a la que creemos, o bien, a la que quiere hacernos creer que tiene.

Andrés Manuel López Obrador sabe, como todo el mundo, que beneficia a Enrique Peña Nieto –potencial y aventajado rival en el 2012- con su empeño rabioso y vehemente por reventar la alianza que, está visto, tanto teme el político mexiquense. ¿Por qué ayudar al adversario más fuerte? ¿Por qué servir a que éste finalmente consiga aquello que ha buscado con tal ahínco que no ha tenido empacho en exhibirse como un gobernante faccioso, autoritario y manipulador de las instituciones con tal de conseguirlo? ¿Por qué llegar incluso a amenazar con la ruptura definitiva de la izquierda si el PRD le asesta el golpe donde más le duele a quien él mismo denuncia como “candidato de la mafia”? ¿Será un acto de “principismo”, tal y como creen los devotos para consolarse y alimentar su pretendida superioridad moral? ¿O se trata de una posición que responde a un frío cálculo de sus posibilidades? La respuesta no está en la máscara sino en lo que ella esconde.

Aunque arrebatado y visceral, AMLO es un político consistente y es preciso encontrar la coherencia de sus actuaciones. No es un discurso, no es un programa, no es una moral la que se lo da. Eso hay que buscarlo, en primer término y como todo buen politólogo sabe, en su interés. El proyecto político siempre se entrelaza al proyecto personal, pero en el caso de López Obrador la unidad entre uno y otro es total. El proyecto de AMLO no es otro que sí mismo. Definitivamente busca cambiar el país, no hay duda de que pretende que se le proporcione algo o mucho de justicia a un pueblo ávido de ella y de seguro es enemigo de los privilegios que ofenden a muchos mexicanos; pero no quiere, no le basta, no le interesa si no es él quien lo lleva a cabo. Tener ese lugar en la historia es la ambición que lo mueve y a la que todo subordina. Que alguien más esté “mejor posicionado” y tenga más posibilidades de ganar, o bien que se abra otro camino para conseguir los cambios anhelados no ha sido, no es, ni será razón para que mude de opinión y, como dice la experiencia, hará lo que pueda para evitar cualquier alternativa que signifique desempeñar un papel distinto al de “Salvador de la Patria”.

Cuando terminó la controvertida calificación legal de la elección presidencial, López Obrador tuvo la opción de utilizar la gran fuerza política y moral que tenía en ese entonces para reformar al país, para poner su agenda por delante, aprovechar las fuertes bancadas de la izquierda y la imperiosa necesidad de legitimación de Felipe Calderón para lograr transformaciones importantes en el país; pero, aún a costa de su popularidad y aceptación en las clases medias, prefirió apostar por la descomposición y eventual colapso del régimen, precisamente porque resurgir sobre las cenizas de los que le ganaron a la mala –“haiga sido como haiga sido”- era el episodio a la altura de la visión mesiánica que tiene de sí mismo. Por eso rechazó la reforma electoral que molesto de sobremanera a los medios electrónicos al suprimir la compra de propaganda política y electoral – lo que por cierto le ha permitido estar permanentemente en spots durante estos años- y poco le importó hacer causa común en eso con Televisa, TV Azteca, Radio Fórmula, el Consejo Coordinador Empresarial y otros consorcios más que él ubica dentro de “la mafia que le robó la presidencia”. También por eso pidió a senadores y diputados rechazar otras leyes y reformas aunque coincidieran con los planteamientos de la izquierda porque “ya las llevarían a cabo cuando esté en la presidencia”. Como es evidente, su estrategia no funcionó, tuvo un agudo desgaste que se expresa no sólo en su caída en las preferencias electorales sino también en el elevado voto negativo que hoy carga, lo que, además de dejarlo sin posibilidades reales para ganar el 2012, posibilitó el resurgimiento del PRI. De todo ello, aunque no lo parezca, es absolutamente consciente Andrés Manuel; razón por la cual no es su prioridad detener a Enrique Peña Nieto.

AMLO se está ocupando de lo que puede ganar y eso es la hegemonía en la izquierda política, lo cual le permitiría perdurar después de la elección presidencial. Como en el 2012 no tiene posibilidades, está pensando es mantenerse vigente y trabajar para la siguiente en mejores condiciones. La salida del PAN en el gobierno le da pie para cambiar su estrategia opositora en el presente sexenio y jugar un papel constructivo y pragmático, similar al que desempeñó siendo presidente del PRD en tiempos de Ernesto Zedillo, con la esperanza de recuperar la confianza de las clases medias que su extremismo post 2006 alejó. López Obrador está empeñado en ser candidato presidencial no porque crea que puede ganar el 2012 sino porque lo necesita para establecerse como referente dominante e indiscutido de la izquierda, para convertirse en el factotum de sus decisiones futuras. Por eso es que se ha planteado como obsesión destruir, al margen de sus villanos discursivos y espectrales, a “los chuchos” y grupos que los acompañen. Desde el 2008, López Obrador se ha concentrado en la lucha interna.

Las mismas encuestas que demuestran su imposibilidad de aspirar en serio a conseguir la presidencia de la república, arrojan luz de donde está su fuerza: en el voto duro perredista. No es nueva su intención de recobrar el control del PRD. Después de que se reconoció legalmente la victoria de Jesús Ortega, con la misma lógica que uso con el país, jugó y contribuyó para la debacle de su partido –para luego “salvarlo”, por supuesto-, al grado de apoyar a candidatos de otras organizaciones en el 2009. Este año declaró, antes de las elecciones de julio, que el PRI se llevaría “carro completo”. Para su sorpresa, las alianzas funcionaron y la dirección perredista salió fortalecida. De ahí su cambio de táctica. Ahora no se contenta con cuestionar o lavarse las manos, sino que hace abierto activismo para descarrilar la posibilidad de alianza en el Estado de México a pesar del costo que está pagando por hacerle el favor a Peña Nieto y perfilar incluso la postulación de un candidato esquirol bajo las siglas del PT.

López Obrador alega que “por dignidad” no se puede hacer alianza con “quien le robó la presidencia”. Un lapsus que permite ver su rostro detrás de la máscara. Hay una afrenta personal y hay que saldar cuentas por los agravios que le cometieron y, yo añadiría, nos cometieron a muchos. Pero anclarse en el pasado para buscar satisfacciones subordina lo esencial a lo secundario. ¿Y el país? ¿Y el Estado de México? ¿Y los mexicanos y mexiquenses? Detrás de la imagen de “Santo laico”, del Tartufo tropical, se esconde el peor de los pragmatismos.

De paso…

Michoacanazo. La manipulación de la justicia por motivos políticos y electorales asesta un duro golpe a la de por sí devaluada credibilidad en las instituciones que deben procurarla. El tristemente célebre “michoacanazo” fue un burdo acto de campaña para favorecer al partido en el gobierno. Felipe Calderón ordenó un operativo sin sustento y mal hecho para desprestigiar al PRD en Michoacán previo a las elecciones del 2009. El tiro le salió por la culata, no sólo porque el perredismo ganó de calle las elecciones en ese estado sino porque ya salieron libres 35 de 36 implicados. Tremendo fracaso que exhibe el uso faccioso de quienes debieran defender a la sociedad en estos momentos aciagos… El fuero de los legisladores ofende con razón a la sociedad porque en múltiples ocasiones se ha utilizado como privilegio inadmisible y fuente de impunidad. Sin embargo, considero que ese no es el caso de Julio Cesar Godoy, pues todo indica que existe una persecución política en su contra. Ha ganado cinco juicios contra igual número de órdenes de aprehensión levantadas en estados diferentes por la PGR. A él también lo acusaron con el “michoacanazo” y, como se ha demostrado, las acusaciones de ese triste episodio se han caído. En virtud de la presunción de inocencia -“nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario”- un juez le reconoció el goce de sus derechos políticos, por lo que se actuó con apego a Derecho. Además, Godoy se comprometió a acudir a la procuraduría a hacer frente a los señalamientos que haya en su contra a pesar del fuero y no se opone a que se inicie el procedimiento de desafuero para que él pueda defenderse. Sin embargo, existe tan mal fama de los legisladores –en buena medida bien ganada- que parece misión imposible que cualquiera de ellos no sea condenado de antemano… Una duda: ¿Por qué si AMLO es tan puro y se asume como guardián de la castidad ideológica, no ha dicho nada sobre Guerrero?... El asesinato de Presidentes Municipales es gravísimo. Que el Estado no puede garantizar la seguridad de las autoridades de la república es un síntoma incontrovertible del tamaño de la descomposición y de la crisis institucional que hoy existe. Es imperativo cambiar de estrategia en el combate al narcotráfico, no para someterse o pactar con ellos, sino para enfrentarlos de forma más eficaz y contener de mejor manera la violencia. En California están apunto de legalizar completamente la marihuana que es la sustancia que genera mayores ganancias a los cárteles de la droga. Es urgente plantear ese posibilidad en serio en nuestro país, al margen de prejuicios y obstinaciones, como parte de una nueva estrategia integral y asumida por el conjunto del Estado mexicano… Indispensable ayudar a Veracruz, Tamaulipas, Chiapas y Oaxaca. ¿Todavía queda alguien que opine que el cambio climático es una quimera?... Gran escándalo por fiesta trascendida de la selección mexicana. Un mal manejo del problema, la falta de una estrategia de control de daños y la patética forma, llena de hipocresía, de como reaccionó la Federación Mexicana de Futbol convirtieron la lluvia en huracán. Debe respetarse la vida privada de los jugadores y dejar a un lado la doble moral que sirvió para estigmatizar a los seleccionados. Todos salieron embarrado. La moraleja es juangabrielera: ¿Pero, qué necesidad, para qué tanto problema?... Eso sí, el Fabiruchis ya tiene quien lo acompañe en los chistes, en virtud de la forma poco gloriosa en que un trasvesti hizo historia en el balompié mexicano… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran

miércoles, 22 de septiembre de 2010

100 AÑOS DE LA UNAM

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

México celebra 100 años de su universidad reabierta. Decisión acertada de las postrimerías del Porfiriato que tuvo duras pruebas y supo funcionar y resistir durante sus primeros años, incluso décadas, en circunstancias difíciles y adversas. Es heredera, por supuesto, de la primera del continente americano, “La Real Universidad de México”, que luego sería Pontificia. Aunque su cédula de creación es de cuatro meses posterior a la de San Marcos –12 de mayo y 21 de septiembre de 1551, respectivamente- sus cursos comenzaron años antes que la limeña. Sus puertas fueron cerradas y abiertas intermitentemente en el convulso siglo XIX durante los conflictos entre liberales y conservadores –era bastión político de estos últimos-, siendo durante la intervención francesa la última vez en ese siglo que abrió y también que cerró –fruto de la contradicción de un Partido Conservador que trajo a gobernar a un Emperador liberal.

Siendo Ministro de Educación Pública, el notable tribuno y conocido intelectual positivista, Justo Sierra, fue el promotor más visible de volver a instaurar la universidad de la nación. Porfirio Diaz publica el decreto con fecha del 24 de septiembre de 1810 de la “Ley Constitutiva de la Universidad Nacional de México”, la cual en su artículo 2º indica: “La Universidad quedará constituida por la reunión de las Escuelas Nacionales Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, de Bellas Artes (en lo concerniente a la enseñanza de la arquitectura) y de Altos Estudios… El gobierno federal podrá poner bajo la dependencia de la Universidad otros institutos superiores, y dependerán también de la misma los que ésta funde con sus recursos propios , previa aprobación del Ejecutivo, o aquellos cuya incorporación acepte, mediante los requisitos especificados en los reglamentos” (Tomado de “Una historia de la Universidad de México y sus problemas”, de Jesús Silva Herzog –el abuelo)

Como se sabe, la autonomía se consiguió hasta 1929 por un movimiento que no se lo había planteado y que incluso el gobierno de ese entonces lo veía más como un castigo que como una medida que ayudaría, como la ha hecho de manera notable, al desarrollo académico. Hay que recordar que los jóvenes dirigentes de ese entonces estaban ligados al vasconcelismo que osó disputar electoralmente la conducción del país al recién inaugurado partido oficial y en plano maximato. La confrontación con los “gobiernos de la revolución” se recrudecería al grado de que 1933 se expide una Ley orgánica en la que se comprometía el gobierno federal a darle 10 millones de pesos a la universidad y desentenderse por completo de ella.

La raíz del conflicto tiene importancia en la medida que no se circunscribe a ese momento sino que ha estado presente a lo largo de su historia. Más allá de conflictos estudiantiles que en esas primeras décadas tuvieran al gobierno universitario con mucha inestabilidad, el punto de quiebre siempre ha estado en otra parte: lo incómodo que le resulta a un gobierno con pretensiones hegemonizadoras la libertad de pensamiento, el no poder controlar la educación. Sin embargo, ese libre pensar, investigar, enseñar, esa pluralidad que forma parte de su esencia, es lo que ha hecho de la UNAM el gran centro cultural e intelectual de América Latina que hoy es.

Algo fundamental en la historia de la Universidad de la Nación es su generosidad que le ha rendido frutos de sobra. El exilio español encontró en sus aulas el refugio ideal para desarrollar y comunicar sus conocimientos e ideas. Hay un antes y un después de la llegada de estos hombres y mujeres que con la desgracia nacional y, en muchos casos, familias, a cuestas tuvieron que rehacer sus vidas al otro lado del océano. Otros perseguidos de otras tierras también han sido acogidos, los cuales han compartido sus saberes para beneficio de México. Merecen mención especial los perseguidos por las dictaduras del continente. En un país con gobierno autoritario, la UNAM ha sabido ser oasis del libre pensar y eso es, reitero, el fundamento de su éxito y la trascendencia de su obra.

Un rector excepcional, Javier Barros Sierra, defendió la autonomía universitaria y supo expresar con dignidad el valor de los derechos y libertades conculcadas por un régimen que en excesos criminalizó a los jóvenes. La comunidad universitaria cerró filas con él escribiendo una página gloriosa e imprescindible para entender la lucha por la democracia en México. La absurda, aberrante y trágica masacre de Tlatelolco fue una derrota moral del viejo régimen, mientras que los estudiantes se convirtieron en factor de cambio y esperanza de un país distinto. El 68 fue el inicio del fin del viejo régimen y la UNAM se hizo presente en la difícil, ardua y compleja lucha por la transición.

Es verdad que la “Ley orgánica de 1945” que le dio estabilidad durante décadas a la UNAM ya está rebasada en los hechos y esa es una de las razones que explican los conflictos posteriores que ha vivido. Está pendiente su necesaria democratización, pues el peso de la burocracia suele mediatizar en cierta medida a la academia. Espero que pronto logre tener una legislación más acorde con los tiempos, pero que de ninguna manera esa carencia puede empañar la merecida celebración para una institución entrañable que, como pocas, es punto de unión y encuentro entre los mexicanos. La UNAM es de todos.

No puedo sino sentirme emocionado por los cien años de mi universidad a la que le debo tanto. Goce y soy beneficiario de la libertad que ahí se respira; de los excelentes maestros que propician la reflexión y el debate; del crisol de pensamientos diversos que se manifiestan sin cortapisas; del contacto con personas de muchos lugares, clases distintas, historias contrastantes; de sus instalaciones majestuosas, de las islas lúdicas, de los jardines románticos, del deporte, de la política, de la rebeldía, de la oportunidad de hacerme a mí mismo. Por eso, no puedo en estos 100 años sino cantar “cómo no te voy a querer…” y desgarrarme la garganta con el “Goya…

miércoles, 15 de septiembre de 2010

BICENTENARIO

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

México duele a 200 años de la arenga del cura Hidalgo que cada año congrega a millones de mexicanos en infinidad de plazas públicas a lo largo y ancho del país. Esa no es razón para dejar de celebrar el acontecimiento. Es una fiesta popular, cívica, patriótica que da identidad y que recuerda que se tuvo que luchar para lograr la independencia. Al contrario, nos debiera provocar mucho más que las necesarias, pero efímeras, ceremonias simbólicas, remembranzas históricas o el “grito” apoteósico de una noche inolvidable. Pareciera ser un buen momento para rastrear nuestros pasos, profanar la historia de bronce, humanizar a nuestros héroes, aprender de aciertos y errores y repensar el rumbo de la Nación. Sin embargo, no parece haber capacidad para sobrepasar la coyuntura y las rencillas de facción, pera levantar la mirada por encima de la descarnada lucha por el poder y tener una vista panorámica que podamos compartir para divisar la cielo claro tras la tormenta que amenaza mucho de lo que tenemos por valioso y aún nos queda. Es en ese sentido que el bicentenario parece ser una oportunidad perdida.

En la Nueva España predominaba una oprobiosa desigualdad y el sistema otorgaba sinnúmero de privilegios a un sector pequeño, pero hegemónico; en el México de nuestros días sucede lo mismo. Hablo de un problema que trasciende por mucho a un partido o a un gobierno, aunque haya diferencias entre estos y existan opciones que pongan mayor énfasis en combatir esa situación u otras que dependan más de los grupos favorecidos por el status quo. Es un asunto estructural. Y si a eso le añadimos la descomposición generada por la violencia desbordada, la disfuncionalidad de un régimen político contradictorio y escindido entre un pasado que no alcanza a irse y una promesa democrática que no tiene visos de cumplirse.

Si algo debimos haber aprendido tras nuestras largas guerras de revolución e independencia es que tenemos que ser capaces de cambiar sin violencia, pero nadie quiere ceder tan siquiera un poco en afectar sus intereses particulares a favor de construir un México más equilibrado. Nadie renuncia a perder un centímetro en sus privilegios. Pero eso sí, todos exigen que se haga la voluntad de Dios “en los bueyes de mi compadre”.

Es evidente que nuestro país no podrá seguir así mucho tiempo. Pero lo apremiante, lo impostergable, lo absoluto, es ganar la próxima elección que, por desgracia, nunca es un punto de partida sino tan sólo la continuación de un procesos perverso en el que resulta más redituable obstruir que construir. Frente a ello han resurgido los nostálgicos del pasado autoritario que planean revivir al muerto y regresarle al presidente los hilos perdidos de sus facultades metaconstitucionales. Esa sería una derrota cultural e histórica de la generación de la transición. ¿No sería mucho mejor avanzar hacia una democracia funcional propiciando estructuralmente los gobiernos de coalición que generen mayorías estables en los Congresos legislativos?

Por supuesto, eso implica un esquema que obligue a compartir el poder y no a concentrarlo, y eso es lo que no se acepta porque en la discrecionalidad del gobernante se amparan negocios, favores, prebendas. De ese presidencialismo autoritario se han cobijado las cuatro lacras que han acompañado a nuestra historia a lo largo de estos 200 años: autoritarismo, injusticia, corrupción e impunidad.

El movimiento de independencia fue contradictorio, discontinuo y paradójico. Precursores importantes que se oponen frenéticamente a los insurrectos; caudillos que se lanzan a la independencia en defensa de la tradición; la religión que se blande de uno y otro lado; las ideas ilustradas, francesas o gaditanas, que se abren paso tardíamente y a trompicones y que son vistas con recelo por los mismos insurgentes; la lucha contra los privilegios, los estamentos, las canonjías, la discriminación jurídica, que respondían al anhelo de igualdad y que fueron la primera y más fuerte expresión de la insurrección, antes aún de plantear una alternativa social; los ejércitos populares derrotados; la intelectualidad criolla a veces paralela y a veces convergente o divergente del movimiento popular; consumadores de la independencia que se opusieron con saña a ella; y el triunfo efímero e ilusorio de los liberales ilustrados un par de años después, pues se instaló un largo periodo de inestabilidad en el país.

Ver la historia en su complejidad, humanizar a nuestros héroes, no perder la mirada crítica nos puede ayudar mucho a encontrarnos y responder de mejor manera a estos tiempos difíciles con una proyección a futuro viable e incluyente de nuestra diversidad, sabiendo de las contradicciones que siempre nos han acompañado. Quizás, aunque suene utópico, la respuesta esté en la inédita idea de cooperar en lugar de prevalecer sobre el resto.

A pesar de problemas y agobios, vale la pena celebrar nuestra independencia. Las fiestas son para gozarse; que ésta no sea la excepción. Ojalá que aún podamos rescatar la posibilidad de la reflexión profunda y la mirada panorámica de nuestro pasado y presente para construir un futuro mejor en una circunstancia complicada, pero no veo voluntad ni responsabilidad en los principales actores políticos y económicos para propiciarla. De cualquier manera, hoy recordemos a nuestros héroes. Mis respetos para todos, pero permítase hacer énfasis en mi favorito: Francisco Javier Mina, el gran liberal español que luchó hasta la muerte por sus ideales, los cuales identificó con la lucha de independencia de lo que era una colonia de su propio país.

En fin, ¡Viva México, cabrones!!


De paso…

Miedo. Enrique Peña Nieto, como nadie, nos recordó los viejos tiempos. De manera vergonzante, a través del PVEM, mando una iniciativa de ley que fue aprobada en “fast track” que elimina las candidaturas comunes y les quita recursos a los partidos coaligados en el Estado de México. La misma reforma que realizó Carlos Salinas. El gobernador legisla con dedicatoria clara y se muestra abanicado frente a la posibilidad de la alianza. “Cuando veas los bigotes de Ulises cortar, pon tu copete a remojar”… El golpismo en el PRD fracasó estrepitosamente. Se expresó una clara mayoría del Consejo Nacional perredista en respaldo a la línea política de la dirección encabezada por Jesús Ortega. Es una lástima que el bejaranismo haya usado métodos porriles para interrumpir el evento tras perder todas las votaciones, pero es evidente que tendrán que avenirse a un acuerdo, pues la legalidad y los votos están de lado del actual presidente del partido. El punto fino es que Andrés Manuel López Obrador se persuada de que no puede exterminar a sus adversarios internos y que es mejor para él y para todos que abone a la unidad de la izquierda… lamentable que AMLO haya utilizado el término “traidor” para referirse a los que buscan construir la gran alianza en el Estado de México. Ese no es lenguaje de un líder político que busca ser alternativa para el país sino de jefe de un grupo sectario y fanatizado. Espero que rectifique, que sea conciliador con los que pretende unificar y que su oposición a la alianza no sea aprovechada por el gobernador del Estado de México para financiar equipos que en nombre de “la pureza” ataquen a los aliancistas. Es decir, espero que López Obrador, en uso de sus legítimos derechos, pelee por la candidatura de la izquierda sin pavimentarle el camino hacia Los Pinos a Enrique Peña Nieto… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran

miércoles, 8 de septiembre de 2010

EL FACTOR PEÑA NIETO

Fernando Belaunzarán
twitter: @ferbelaunzaran

Dicen que la televisión puede hacer de cualquiera un artista y, por lo visto, también un presidente. Quizás Enrique Peña Nieto sea un político con sustancia, ideas, liderazgo, visión de Estado, pero lo cierto es que eso nos es desconocido. Ha tenido, es verdad, algunos buenos resultados, pero también fallas. La entidad que gobierna muestra avances muy publicitados, mientras que sus rezagos y deficiencias, si bien no están ocultos, son opacados por la imagen aplastante de un personaje idealizado que aparenta ser la negación misma de los intereses que su trayectoria, afinidades y padrinazgos nos dice que representa: grupo Atlacomulco, el partido del viejo régimen, Montiel, Salinas, poderes fácticos, etc. Le ha servido más “fotografiar bien” que resolver problemas.

La popularidad de Peña Nieto no se debe a sus logros como gobernante, a su liderazgo político, a su historia o a sus planteamientos. Es una figura exitosa no por lo que hecho como político sino por lo que de él se ha proyectado como persona, como hombre trágicamente viudo que busca rehacer su vida y se preocupa por cumplir con su trabajo, con la gente con la que se comprometió y con su familia lastimada por la fatalidad de una pérdida irreparable. Busca la empatía no la convicción. Es el cuento de hadas que se quiere con final feliz y que cuenta incluso con su protagonista de telenovela; y es a la vez el melodrama de luchar contra la adversidad sin desfallecer, ese que recuerda a Pepe el Toro luchando por justicia, sufriendo por el Torito y unido a su Chorreada

La desconfianza me surge más que por lo que Peña Nieto haya hecho o dejado de hacer, por lo mucho que de él se desconoce. No es difícil vislumbrar sus agarraderas y pensarlo prisionero de sus compromisos hechos con quienes lo han promovido. Es el político de telepronter al que no le hemos escuchado su voz ni, creo, sus ideas porque nunca ha dejado de estar en campaña ni de ser el niño protegido dentro de un bien planeado trabajo de marketing. Suyo o ajeno, lo poco que ha mostrado es escaso de luces, corto de alcance y en buena medida conservador. Lo siento prisionero de los dos grandes ejes de su estrategia: decir lo que la gente quiere oír y mostrarse funcional a los intereses de los diversos poderes fácticos que lo promueven. Podría ser que una vez consiguiendo la presidencia se sacuda de sus ataduras y se vuelva reformador. No lo creo.

Después del 2006, ser puntero en las encuestas un año antes de la elección no es garantía de triunfo, pero a nadie incomoda. El aura de ser visto como “próximo presidente” mueve resortes que a pesar de su antigüedad y su relación con el viejo régimen siguen aceitados y se mantienen vigentes en la transición contradictoria del México de la alternancia. Ignoro quién bautizó ese fenómeno, pero encontró un concepto muy elocuente, didáctico y descriptivo. El 5º Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto fue diseñado para dejar en claro de qué lado está “la cargada”. Pero no sólo eso. La parte central de su discurso no fue dirigida a la sociedad, a los mexiquenses o a la clase política en general. Haciendo a un lado su cargo de gobernador, se asumió como representante y vocero del priísmo hoy dolido y supuestamente desengañado. Para ganarse a su partido, Peña Nieto enseñó el cobre.

La ventaja de tener el viento a favor y contar con la gracia de los principales consorcios y comunicadores que generan opinión pública es que se puede escupir al cielo sin temer mancharse. Que un distinguido líder del PRI, en un acto poco discreto de proselitismo, se ponga a dar clases de ética política, censure la “lucha del poder por el poder” y la utilización de las instituciones públicas para fines “particulares o partidistas” sin que, por supuesto, se haya distinguido en esos rubros de sus antecesores y correligionarios, es una estampa magnífica de la tragicomedia mexicana que nos regresa a épocas que presumíamos superadas. No pude sino rememorar el discurso de Juan Vargas en Donceles, aquel personaje pintoresco de la película de Luis Estrada, La Ley de Herodes, protagonizado magistralmente por Damián Alcazar.

No obstante lo anterior, y aunque cueste trabajo, debemos tomar en serio lo dicho por el mandatario. En un exceso retórico injustificable, Peña Nieto comparó el daño que generan las “alianzas contranatura” con el que ocasionan “las fuerzas criminales”. No es posible que un gobernador ponga en el mismo saco lo que se hace dentro la ley que lo que se hace contra ella, máxime cuando se está encargado de velar por el cumplimiento de la misma y que se respeten los derechos que de ella emanan. Pero aún olvidándonos de que hablaba con su investidura y, siendo indulgentes, entendiendo que fue un acto de precampaña apenas disimulado en la forma, su dicho no resiste el menor análisis y muestra un sesgo preocupante de autoritarismo e incluso de autismo. ¿Quién en su sano juicio puede decir que los oaxaqueños o los poblanos no estarán mejor sin la continuidad de cacicazgos tan vergonzosos para los mexicanos como los de Ulises Ruiz y Mario Marín?

Las alianzas son un instrumento legítimo y necesario de la democracia, no sólo entre partidos afines sino también entre lo que no lo son. En todas ellas hay un ingrediente pragmático, inherente a la política, el cual, por cierto, es el único que se vislumbra en las alianzas PRI-PVEM. Por ley existe la obligación de entregar una plataforma electoral de las coaliciones en los institutos electorales correspondientes. Por desgracia, en México esas cuentan poco y, al margen de que haya alianzas o no, al margen de cual sea el partido que los postuló, por regla general los gobernantes ejercen su cargo sin control partidario e imponen no sólo su estilo personal de gobernar sino también sus convicciones particulares.

Si un partido es paradigmático en su laxitud ideológica es precisamente el PRI. Históricamente en ese partido ha cabido (casi) todo. Ahora mismo, presume estar en la Internacional Socialista, y sin embargo promovió la aprobación de leyes antiaborto en 18 estados del país. El principal impulsor de esas legislaciones fue precisamente Enrique Peña Nieto que en recompensa fue recibido por el Papa en el Vaticano para enterarle de la trascendental noticia de un imponente acto de campaña en forma de boda. Y mientras Manlio Fabio Beltrones propone cambios al régimen presidencial estableciendo equilibrios institucionales para favorecer acuerdos con un Congreso dividido, el gobernador mexiquense plantea que al Presidente se le garantice mayoría en ambas cámaras. La identidad ideológica no queda resuelta por compartir un membrete.

En lo que acierta Peña Nieto, pero sin querer y errando el tiro, es en su crítica a la “lucha del poder por el poder”. Esa descarnada competencia de ganar “haiga sido como haiga sido” existe en el conjunto de la clase política y no depende de que se presenten o no alianzas. Todo acuerdo entre partidos busca incrementar la fuerza electoral, pero ese es un recurso legal y legítimo. El problema es cuando se viola la ley y se hace uso de recursos indebidos para ganar. No hay partido libre de pecado en ese sentido. Recordemos la intervención de Fox en el 2006 o la de López Obrador en el proceso interno del PRD en el 2008. Pero sin ninguna duda, nadie supera al PRI en mañas, trucos, trampas e ilegalidades para imponerse. En ese partido sigue estando la mejor escuela del fraude y del agandalle. Al lanzar tamaña acusación contra un instrumento de la democracia, Peña Nieto se mostró falso, cínico y desmemoriado.

Es verdad que con su discurso claramente faccioso y partidista, Peña Nieto creció en el sentimiento de los priístas, pero mostró su debilidad. Su cruzada contra las alianzas llevada hasta el paroxismo mostró el temor que éstas le despiertan. No las ataca porque “amenacen a la democracia” sino porque con ellas perdió el PRI en el 2010 y él puede perder el estado que gobierna en el 2011. Ganó en cohesión interna, pero a costa de mostrarse apanicado. Con ese gesto se volvió promotor involuntario de la alianza en el Estado de México que quiso exorcisar con anatemas delirantes.

Pero también, al centrar su discurso en contra de la alianza opositora, evitó tomar distancia institucional a la elección en su estado para meterse a ella de lleno y poner su futuro político en mantener el gobierno del Estado de México. Aceptó el reto de vencer o perder personalmente con el resultado electoral del próximo año. Por eso, es evidente que tratará de evitar dicha alianza mediante la única salida que le queda: que las disidencias del PRD y el PAN la aborten desde dentro. Por eso es que sus mejores aliados estratégicos son, en este momento, Manuel Espino y Andrés Manuel López Obrador. Los compañeros de viaje encontrarán la manera de ayudarse.

Los spots de Peña Nieto están pensados para conmover, no para informar. En realidad son mensajes de campaña, pero sintetizan muy bien lo que hasta ahora representa el mandatario mexiquense: mucha imagen, poco contenido. El caso Paulette lo pinta muy bien. Por necesidades mediáticas le da vuelo al asunto y por las mismas razones, en virtud de los errores cometidos por su procuraduría, lo decide cerrar y hacer control de daños, obsequiando impunidad para poderle echar tierra al asunto, cuya resolución ofende a la inteligencia. Pero así, y a pesar de todo, Peña Nieto tiene muchas posibilidades de ser presidente y sería necio negarlo. Y, en este caso por desgracia, no siempre el que tiene la elección en la bolsa termina por perderla.

Ser su crítico no me impide reconocer que si Enrique Peña Nieto es el candidato del PRI sería muy difícil de vencer. Sin embargo, existe tal posibilidad; más aún si se le pone enfrente a un candidato que pueda capitalizar el enorme desprestigio y decepción que ha generado la clase política en la población. Un candidato que surja de la sociedad, que sea capaz de sumar, incluir y revivir el entusiasmo por el cambio. Puede haber más, pero yo vislumbro a dos personas que podrían encabezar una propuesta de ese tipo: José Woldenberg y Juan Ramón de la Fuente.

De paso…

Golpismo. Después del triunfo de la estrategia política de las alianzas y cuando el PRD debe preocuparse y ocuparse de las elecciones en dos estados que gobierno a principios del próximo año, Andrés Manuel López Obrador pretende meter en crisis a su partido. Muy a su estilo, no da la cara, pero manda a las huestes de René Bejarano por delante para exigir la renuncia de la dirección nacional encabezada por Jesús Ortega. Conscientes de ser un grupo minoritario es previsible que hagan uso de la fuerza. El planteamiento que hacen es poco menos que suicida, pues planean una elección sin padrón para sustituir a los dirigentes, un año antes de que termine su mandato y sin ninguna legalidad. Es verdad que lo ideal es encontrar un relevo de consenso y adelantar el cambio para que tenga tiempo de organizar la elección del 2012. Eso se puede llevar a cabo después de las elecciones que están en puerta, pero requiere de unidad. Es esquizofrénico alegar un acuerdo político para elegir a una nueva dirección, pero ir a la guerra para redituar la desastrosa elección interna del 2008. Pero AMLO debe decidir si quiere transitar la ruta de los acuerdos o la del pleito; no se puede caminar por las dos al mismo tiempo. Si opta por la segunda, entonces se debe aplicar estrictamente la legalidad y llevarse la elección de dirigentes en diciembre del próximo año… Mal mensaje manda Andrés Manuel López Obrador con su afán golpista, pues si no es capaz, no busca, no le interesa, reconciliar a su partido, ¿qué le espera al país que requiere encontrar puntos de encuentro y cerrar filas para enfrentar sus problemas? Si sólo acepta la eliminación de sus adversarios internos con mayor razón va a querer hacer lo mismo con los otros. Lástima, pues si fuera un estadista sería un activo a favor de la unidad de la izquierda y vería hacia delante en lugar de quedarse estancado en la perniciosa y obsesiva pretensión de ajustar cuentas. Una pena que el hígado lo domine, pues mantiene una fuerza considerable y sigue teniendo un liderazgo en sectores importantes de la sociedad mexicana. Pero si es incapaz de unir y sumar, también es incapaz de ganar el 2012… Terrible los nuevos “daños colaterales”. Todo indica que una familia sufrió un ataque gratuito por parte del ejército en Nuevo León. Es bueno que la Secretaría de la Defensa haya aceptado su error y esperemos que repare, en la medida de lo posible, su trágica equivocación, así como que tome las medidas pertinentes para que estos “accidentes” no vuelvan a ocurrir. Estoy convencido que mientras no haya una policía que pueda hacerle frente al narco con eficacia, el ejército debe seguir haciendo esa labor en algunas zonas del país; pero es preciso que si hay delito que perseguir por afectación a la población, sean tribunales civiles los que tomen la justicia en sus manos… Patético e indignante el traslado de los cadáveres de los 72 migrantes asesinados en Tamaulipas a la Ciudad de México. Se puede entender un accidente, pero no la improvisación y la falta de profesionalismo... Gran película “El Infierno” de Luis Estrada. Vuelve a pegar duro con una parodia de tintes fársicos y ácido humor negro que hace más elocuente la vista de una realidad lacerante. Damián Alcazar tiene, otra vez, una actuación excepcional… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran

miércoles, 1 de septiembre de 2010

BARBARIE EN MEXICO

Fernando Belaunzarán

El horror en México ha superado a la imaginación. Los niveles de violencia y salvajismo escalan sin que nadie alcance a vislumbrar dónde está el techo. La estupefacción termina por ceder paso ante la costumbre que descubre que no es excepción sino regla, que la atroz desmesura forma parte de una estrategia compartida por bandas rivales que marcan su territorio y buscan imponerse por la fuerza. En esa enferma e interminable espiral de barbarie en la que estamos inmersos, se han vuelto cotidianas las ejecuciones masivas, el asesinato caprichoso, la terrible saña que día a día encuentra como superarse a sí misma y en la que en vano se podría buscar una mínima dosis de humanidad. Hoy, la muerte gratuita, absurda, enloquecida forma parte del paisaje mexicano.

Es en ese contexto en que se da la masacre de los 72 migrantes en Tamaulipas. La noticia sacudió al país y al mundo. No se trató de un ajuste de cuentas y tal acción no les redituó ganancia económica alguna. Acabaron con sus vidas como si se tratara de una guerra de exterminio, como si matar fuera más fácil, más sencillo, más natural que dejarlos seguir con sus vidas, las cuales, por cierto, no obstaculizaban sus negocios. La muerte como única alternativa al incumplimiento de su voluntad. Didáctica del terror.

Si de algo debe servir la capacidad de indignación que todavía conservamos es para lograr un punto de quiebre. Es inadmisible lo que está sucediendo en los estados fronterizos –unos más, otros menos- en los que las instituciones, leyes y autoridades son rebasadas, cooptadas o sometidas por el crimen. Igualmente inadmisible es el maltrato que sufren los migrantes centro y sudamericanos en su paso por México y. peor aún, que sean botín de organizaciones criminales con las que corren ya no sólo el riesgo de vejaciones a los que son propensos con las autoridades migratorias sino a ser muertos e incluso sus cuerpos destazados si son secuestrados y no pagan el rescate. O, como vimos, pueden ser rociados de balas nomás porque se les da la gana a criminales desalmados y a quienes la acción del Estado los tiene prácticamente sin cuidado.

Los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001 trajeron consigo mucho más vigilancia de los Estados Unidos con la frontera con México. Eso obligó a juntar las rutas de tráfico de indocumentados con las que utiliza el narcotráfico. Así nacen los llamados “narcopolleros” que además aprovecharon la situación para incursionar en la trata de personas, pues nadie es más vulnerable que un migrante, más aún si además se es mujer y no se diga si se es niña o niño. A esa situación desventajosa para los migrantes hay que sumarle el negocio del secuestro que se practica para extorsionar a los familiares que viven en Estados Unidos y que en muchas ocasiones acaba en tragedia si no se paga el rescate o aún haciéndolo. Están a merced de asesinos sin escrúpulos.

México está obligado a actuar. La comunidad internacional se lo va a demandar y estará atenta al desarrollo de los acontecimientos. Hacerlo implica identificar y desmantelar las redes de corrupción que existen en las autoridades de migración, las cuales toman parte del negocio a favor de los victimarios. Pronto debe haber resultados claros y contundentes de las investigaciones y los agresores identificados y capturados. No hacerlo así le quitará autoridad moral a México para inconformarse, no con la Ley Arizona que es muy distinta, sino incluso cono los “minuteman” que cazan inmigrantes en ese estado y que se asemeja más a lo acontecido en Tamaulipas.

Violencia y combate al narcotráfico han hecho una simbiosis en los últimos años que resulta difícil separar. La estrategia antinarco del gobierno federal que se ha centrado en atacar los efectos y no las causas, privilegiando el aspecto punitivo sobre la prevención y sin tocar prácticamente los factores de los negocios del crimen, lejos de haber contribuido a disminuir la violencia, alentó su desborde, lo que aunado a la ineptitud, omisión o, quizás, connivencia de gobiernos estatales y municipales ha generado que en algunas zonas del país, el Estado se muestre impotente y se sienta la fuerza de un poder paralelo que responde a los intereses de “la industria de lo ilícito”.

El papel fundamental del Estado es proteger a los ciudadanos y, por lo mismo, resultan inaceptables los vacíos llenados por la delincuencia en esas partes del país y que mantienen en la zozobra a cientos de miles de mexicanos. Si el caciquismo que se generó como subproducto de una transición inconclusa ha sido pernicioso para el país, lo es aún peor cuando esos nuevos señores feudales no tienen los hilos de nada y en el mejor de los casos son simples adornos que encabezan a un poder que no es tal, que son la imagen más patética de la impotencia. Ese es el caso de Chihuahua, Nuevo León y, por supuesto, Tamaulipas.

En la misma semana en la que ocurrió y se descubrió la masacre de los 72 migrantes, y a pesar de las implicaciones internacionales del caso, ahí mismo en Tamaulipas asesinaron al Ministerio Público encargado del caso, pusieron un coche-bomba en Televisa, estallaron granadas en Reynosa y mataron al Presidente Municipal de Hidalgo, Marco Antonio Leal García. El crimen, que es el narco diversificado en muchas actividades ilícitas más, no sólo no se repliegue sino que escupe a la cara del Estado y de la opinión pública nacional e internacional, genuinamente conmocionada por el crimen masivo que se descubrió. Las balas no resolverán el problema, pero el reto también es militar y hay que responder en ese terreno. Lo otro sería mantener a miles de ciudadanos indefensos ante los caprichos de asesinos sin escrúpulos que imponen su voluntad a la fuerza.

Actuar con la fuerza para restablecer el Estado de Derecho en los lugares donde éste se ha perdido e impera el crimen desalmado y arbitrario, tal y como sucede en algunos lugares de la frontera, no debe llevar a la idea de profundizar una estrategia que ya fracasó. Hay que centrarse en golpear al negocio, en detectar sus redes financieras, en expropiarles sus bienes, en evitar complicidades, en legalizar, es decir, regular las drogas que más ganancias les generan. Si los delincuentes pueden retar al Estado e incluso dominar territorios es por su enorme poder económico.

Tenemos que dar otra batalla, sin duda más importante. En nuestra sociedad se crearon estas personas ajenas a cualquier consideración sobre la vida y la dignidad humanas. Los jóvenes que engrosan los escuadrones de sicarios o que forman parte de su inmenso ejército de reserva están ahí entre otras razones por la falta de perspectivas y la ausencia de valores humanistas en una realidad hostil, fría, aberrante. El odio que luego escupen de sus Cuernos de Chivo lo bebieron primero de su entorno. Hay una tarea civilizatoria pendiente e impostergable en la que todos debemos participar y en la que la escuela y los medios deben jugar un papel fundamental.

Se detuvo a uno de los personajes más sanguinarios del narco. Uno de los precursores del terror vuelto propaganda de guerra en la lucha de cárteles. Édgar Valdez Villareal, mejor conocido como La Barbie. Buena noticia que vale la pena aplaudir, pero que no nos debe llevar al engaño. La industria se sostiene con recursos y mientras siga siendo el mejor negocio del mundo encontrará como reemplazar a sus líderes y se generarán nuevos jefes, iguales o peores que los caídos que también tendrán sus historias, leyendas y mitos. No confundamos los síntomas con la enfermedad, las consecuencias con sus causas o la rabia con el perro. El problema seguirá; es hora de empezar a atacar su raíz.

De paso…

Fin. Obama cumple una de sus promesas de campaña más notorias al dar por concluida la misión que invadió y ocupó Irak. La operación “Libertad Irakí” ha terminado oficialmente y el retorno de tropas empezará de inmediato, si bien dejarán 50 mil para que capaciten a la policía y ejército del país “liberado” Lo que no podrán hacer es levantar el tiradero, pues más allá de que el pretexto -las armas de destrucción masiva- resultó falso, la situación doméstica y regional está mucho peor que cuando George W Bush decidió invadir. Por supuesto que Hussein era un dictador, pero no parece ser que lo que viene es la democracia. Muy probablemente sobrevenga una guerra civil y, por lo tanto, faltan muchas atrocidades por verse. Antes no había terroristas en Irak; ahora ya los hay. Esperemos que Estados Unidos aprenda la lección y no vuelva a asumir el rol de policía del mundo. Es preciso que mantenga el compromiso de la actual administración con el multilaterlismo… El PRI anda muy molesto, no obstante que sostiene que ganó el proceso electoral del 2010. La manera en como muestra su enojo es expresando su deseo de ser una oposición destructiva y obstaculizar los acuerdos. Está reaccionando exactamente igual que Andrés Manuel López Obrador tras la elección del 2006 y tiene la misma lógica que el mantenimiento de la estrategia fallida contra el narco por parte de Calderón. En todos los casos, las cuentas son facciosas, se piensa en la próxima elección y en cómo capitalizar crisis y endosar costos a los adversarios o bien en cuidar la imagen negándose a aceptar lo que no funcionó. El país es rehén del cálculo electoral. Por eso no avanzamos. Urge una propuesta distinta que rompa esa lógica perversa. Una opción ciudadana… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran