miércoles, 12 de enero de 2011

ENCINAS Y EL ESTADO DE MÉXICO

Fernando Belaunzarán
twitter: @ferbelaunzaran

Fue una jugada maestra. La gambeta, la pared, el toque de primera, el centro con todas las ventajas para el delantero que se encuentra solo frente a la portería y con el guardameta ya vencido; todo había salido tal y como se había dibujado en el pizarrón de los vestidores. Pero, en el último momento, el jugador que tenía el gol en sus pies y la posibilidad de convertirse en el héroe del estadio -al que habían metido de cambio precisamente para desequilibrar y llegar sin marca al centro del área en una jugada como esa- en vez de anotar como lo había entrenado, toma el balón con las manos y alega que así no juega, que no puede aceptar un pase del lado derecho de la cancha y que moviéndose sólo por la banda contraria puede vencer al equipo que no ha perdido ningún partido de local en más de 80 años, aunque éste encabece la tabla de posiciones. En las tribunas hay azoro y confusión –se preguntan para qué metieron en la posición más importante a alguien que no acepta el plan de juego-, fuera de la porra ultra que cree que no se necesita jugar por todo el campo y que, incluso, considera que hacerlo sería una traición. Y aunque el jugador vuelva a titubear y diga que lo pensó mejor, que si la porra se lo pide estaría dispuesto a hacer la jugada que en lo personal no le agrada, lo cierto es que ya perdió el impulso inicial, previno a la defensa contraria y se ganó la desconfianza del otro sector.

Alejandro Encinas era la respuesta perfecta para el enigma del Estado de México. A falta de un candidato ciudadano con la suficiente preeminencia, con la izquierda escindida y confrontada por estrategias divergentes y contradictorias, frente a un PRI exultante que en 2009 arrebató sus principales bastiones al PAN y el PRD en ese estado y que tiene como principal carta para el 2012 al actual gobernador y puntero en las encuestas, Enrique Peña Nieto, el todavía coordinador de los diputados perredistas parecía ser el hombre indicado, no sólo para unir a la izquierda sino también para encabezar la alianza opositora que pudiera competir con éxito y vencer, abriendo con ello la puerta a las transformaciones en ese estado sometido a la hegemonía del Grupo Atlacomulco y equilibrando la contienda presidencial del año que entra.

Las características de Encinas abonaban al optimismo. Político serio, de trayectoria ejemplar, con sólida formación, alguien que genera confianza y sabe construir acuerdos. Fuera de su polémica actuación frente al Plantón de Reforma, en el que su margen de maniobra fue muy estrecho, hizo un buen papel como gobernante del DF y, a pesar de su cercanía con Andrés Manuel López Obrador, es reconocido por su moderación y buen sentido, no obstante las veces en las que ha tenido que alinearse a posiciones exaltadas o principistas del movimiento obradorista. No en balde, algunos panistas importantes ya habían aceptado, en corto, la posibilidad de Alejandro como abanderado. De alguna manera, se veía que podía jugar el papel de Gabino Cue y hacer que, como ocurrió en Oaxaca, AMLO objetara “por principio” la alianza, pero la dejara correr; ser el candidato de la oposición de izquierda y derecha sin romper con el obradorismo. Todos contra el PRI y Peña Nieto.

Cerrar filas en torno a un hombre cercano del político tabasqueño, pero que genere confianza más allá de ese círculo y pueda ser garante de un gobierno incluyente, garantizando no sólo la unidad de la izquierda sino de acuerdos serios con los partidos coaligados –pues más allá de sueños guajiros y autos de fe, las condiciones son muy distintas al 88, 97 y 2006, y sin alianza no hay victoria posible- sería el peor de los escenarios para Enrique Peña Nieto. De manera sorpresiva, Encinas cambió de parecer y se negó a esa posibilidad. Un golpe que su nueva reconsideración no puede obviar del todo, pues su hostilidad manifiesta y excesiva contra la alianza y contra el PAN en sus declaraciones para empatizar con AMLO, generó fuertes reacciones naturales en su contra por parte del panismo.

Es verdad que la estrategia no podía darse en frío, que era necesario legitimar y darle una justificación a Alejandro para aceptar las alianzas que, asumiendo la línea de AMLO, había rechazado, e ir a un procedimiento con el PAN para elegir candidato único; pero con la unidad perredista, su imagen, su peso específico y sus capacidades tendría muchas posibilidades de lograrlo. Por eso es que, de acuerdo a lo pactado, Encinas aceptó en Milenio Televisión que si en una consulta se expresaba la decisión mayoritaria de ir a una alianza, él aceptaría el resultado como “demócrata” y estaría dispuesto a encabezarla. Lamentablemente no pasaron ni 24 horas para que cambiara de opinión, anunciara que el no iría aunque una votación abierta determinara lo contrario y se dedicó a denostar al PAN y a sus gobiernos municipales a pesar de que la contienda es sólo para gobernador y el que gobierna y encabeza las encuestas, el rival a vencer, es el PRI.

Si Encinas fue presentado como potencial candidato de unidad del PRD y las izquierdas por parte Marcelo Ebrard y Jesús Ortega, dos de los principales promotores de las alianzas opositoras, resulta absurdo e incomprensible que Alejandro declare que si se da esa posibilidad, la de la alianza, entonces él no sería el abanderado, pues entonces la unidad aludida sería un engaño. El acuerdo unitario, a menos que se quiera ofender a la inteligencia, es que el ex jefe de Gobierno sería la propuesta del PRD en cualquier escenario. Si la coalición fuera aprobada en la consulta, entonces estaría sujeta a un procedimiento pactado con el PAN, el cual también tiene derecho a proponer.

Apenas merece mención la apuesta delirante que, para justificar el desdén a una alianza potencialmente triunfadora, sostiene que el PAN se echaría al suelo para apoyar de facto y de manera vergonzante a Encinas con tal de detener a Peña Nieto. Más elaborada, pero también falaz, es la que minimiza la necesidad de vencer al gobernador del Estado de México en su territorio para ser competitivos en el 2012 y que sólo basta con polarizar y dejar en el imaginario que la contienda presidencial será entre la regresión priísta y el cambio por la izquierda. En esa lógica, el adversario en las elecciones mexiquenses no sería el PRI sino el PAN.

No veo por qué se pueda pensar que el voto útil de los panistas, en una hipotética elección polarizada entre Peña Nieto y AMLO, sería para éste último; tampoco de los ciudadanos sin partido, pues el rechazo del tabasqueño es muy alto y, por lo mismo, su única posibilidad estaría en una elección terciada en el que su voto negativo se divida y aspire a tener el tercio mayor. Además, no veo como una derrota ayude a posicionarse frente al vencedor en la revancha. Pero si el PRI gana en el Estado de México, lo previsible es que a dicho partido se le vea como anticipado y virtual vencedor de las elecciones presidenciales y sería cuesta arriba para cualquiera alcanzarlo. Por si eso fuera poco, existe el riesgo de que la izquierda se vaya al tercer lugar, tal y como aconteció en las elecciones más recientes, las del 2009, y tal y como indican las encuestas respecto a la situación de los partidos.

El punto que determina la estrategia obradorista de tratar de reventar la alianza, tirando por la borda la posibilidad de ganar la gobernatura, no es el futuro del Estado de México ni la posibilidad de hacer competitivas las elecciones del 2012 sino el proyecto personal de su líder. Es querer amarrar la definición de la candidatura de la izquierda a su favor, hacer que la línea política adoptada determine al abanderado, que la inercia de las elecciones mexiquenses no deje espacio para el dilema, pues además se trata de convertirlas en vitrina y plataforma de Andrés Manuel López Obrador, empeñado en ser el candidato virtual de la contienda. No en balde le hizo pasar a Encinas la vergüenza de hacerlo firmar su programa en la plaza, exhibiéndolo como subordinado y achicándolo frente a los electores. Pero AMLO quiere repetir Iztapalapa en el Estado de México, ser la gran figura de la contienda estelar del 2011, sin reparar en las diferencias; señal de que es creyente de sus propios mitos. Ya se desengañará.

Respeto mucho a Alejandro Encinas y no me creo que acepte sin más la condición de peón en el tablero de Ajedrez de AMLO. Ignoro si abriga la esperanza de que le rechacen el registro de su candidatura, de tal suerte que pueda, guardando las proporciones, tener su desafuero que lo catapulte mediáticamente, sirva de impulso para la campaña de la sustituta (Yeidckol como relevo “forzado”), le evite el costo de cargar con la derrota y lo potencie para lo que venga. Pero, de cualquier manera, el PRD todavía puede decidir ir en alianza con el PAN y acordar un mecanismo para elegir al candidato común. A mi parecer, eso es lo que va a ocurrir.

La consulta para determinar la alianza entre el PRD y el PAN se llevará a cabo y los mexiquense definirán si quieren una opción de cambio en el Estado de México o sólo la expresión de oposiciones divididas y testimoniales. Confío en que los mexiquense tomarán la decisión correcta. Por eso, con o sin Encinas, la alianza va.

De paso…

Kid Moreira. El virtual nuevo presidente del PRI hace su aparición en la arena nacional mostrándose como fajador de barrio y tirando golpes a diestra y siniestra. El ahora ex gobernador de Coahuila llega con las credenciales del “carro completo” y la sucesión dinástica… Un grupo de caricaturistas encabezados por el genial Eduardo del Río, Rius, iniciaron una campaña, cuyo nombre expresa bien el clamor de la sociedad: “No más sangre”. Es importante señalar los costos de la estrategia fallida del gobierno federal, pero también tener presente que el objetivo de bajar la violencia debe compaginarse con un mejor combate al crimen, más inteligente y más profesional. La indignación debe enfocarse primero que nada hacia los asesinos, hacia los que están ejecutando con saña y salvajismo; pero también debe servir para exigir a las autoridades para que sean más eficaces y rectifiquen el camino errado. En ese sentido, debe ayudar a generar una discusión propositiva, que ponga ideas sobre la mesa y, a la par de que se presiona para modificar la estrategia oficial, impulse un acuerdo nacional, con la participación de la sociedad civil, que establezca una nueva política de Estado en materia de Seguridad… Una vergüenza que las directoras de los Institutos de la Mujer de los estados priístas se hayan plegado a los intereses facciosos de sus gobiernos, exhibiéndose como funcionarias subordinadas, y hayan desechado establecer la “alerta de género” en el Estado de México ante el preocupante incremento de feminicidios en esa entidad. Al igual que con Paulette, Enrique Peña Nieto opta por la impunidad para no ver manchada su imagen. La justicia sometida, una vez más, a su marketing de candidato presidencial… En Arizona, la violencia verbal en la lucha política, la retórica inflamada contra los adversarios, se transformó en violencia asesina. Haríamos bien en tomar nota…

5 comentarios:

Edgar D. Heredia Sánchez dijo...

Me parece altamente debatible tu apología de Encinas, un personaje que se ha deslavado desde 2006, las virtudes que le encuentras fueron tiradas al basurero después del conflicto poselectoral de 2006, secuestrado por el ala que se siente despojada y robada en la elección del 2006, es más visto hoy como un títere de AMLO, de hecho el que lo haya exhibido y obligado a que se comprometiera con un decálogo donde se rechaza la alianza constriñen a un más el margen de la posible alianza, amén de que hace 10 años compitió por la delegación Álvaro Obregón y perdió y su figura se relaciona en el imaginaro con el DF más que con el Edomex, lo que desde mi óptica dibuja un desdén por el elector mexiquense al no recurrir a una figura local antes que a una innegable figura con presencia mediática, sin descartar el cuestionable cumplimiento jurídico de los requisitos de residencia.

Creo que la alianza está muerta y con ello se pavimenta el triunfo del PRI en esa entidad.

Un saludo

Edgar David Heredia

Unknown dijo...

Estimado Fer:

Totalmente de acuerdo con tu comentario sobre lo de Encinas y el Estado de México.

Saludos desde Zacatecas

Anónimo dijo...

Apoyo a Edgar, Encinas no es tan moderado como lo pintas. Ya todos los hemos visto como un mastín dispuesto a saltar al cuello de quien le ordene su amo.

El mero mero petatero dijo...

Encinas es ejemplo de congruencia. En 2006 quedó demostrado que no importa si es jefe de gobierno de una entidad y se tiene "como cabeza" a un mequetrefe de presidente, Encinas se negó a que el ejército desalojara con tanquetas los campamentos de Zócalo y Reforma y encontró la manera de ahorcar al imbecil de Fox: le dijo que accedía a que entraran las tanquetas, pero entonces Fox tendría que firmar el documento solicitando al ejército dicho desalojo. Por supuesto, Fox no se iba a exhibir de esa manera y gracias a su usual cobardía (no es tan idiota después de todo) el desalojo no se dio.

Por mí: excelente que Encinas vaya por el Estado de México y espero que se repita la hazaña de Ixtapalapa y por supuesto que no se puede llevar a cabo una alianza con un partido que no respetó mi voto en 2006. Yo no me junto con rateros y por si no lo saben, desde hace tiempo, en muchos mítines del Peje en diversos puntos de la República, el grito de la gente que asiste a los mismos es uno solo: 'chinguen a su madre las alianzas' y que quede claro para aquellos sorecos que insisten en que el Peje impone. La manga del muerto.

Alex dijo...

La palabra más exacta para decir "principismo" es fundamentalismo.

A las cosas, por su nombre.

Por lo demás, padrísimo artículo.