martes, 21 de agosto de 2012

LA CUMBRE DE LA IZQUIERDA

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

La novedad no es que haya agravios electorales en México, sino que el agraviado sea capaz de trascender el ánimo reactivo y, sin descuidar la lucha legal contra los delitos padecidos ni la difusión de sus razones ante la opinión pública, trace una ruta para acumular fuerza, acordar con otros actores e impulsar las transformaciones que requiere el país, tanto para evitar que los poderes fácticos sigan determinando su futuro como para cumplir con los compromisos que se tienen con la sociedad en materia social, económica, política, etc.

A diferencia de 1988 y 2006, la legítima y justificada inconformidad con los resultados no evitará que la izquierda tomé la ofensiva en el ámbito legislativo y promueva los grandes acuerdos que se requieren para sacar adelante puntos esenciales de su Programa y se atiendan con éxito problemas apremiantes para los ciudadanos como el de la violencia desbordada, la falta de crecimiento, la crisis educativa, la deficiente calidad democrática de nuestras elecciones, el imperio de los monopolios, entre otros. Ése fue precisamente el mensaje de La Cumbre de la Izquierda celebrada la semana pasada en Acapulco.

Aprender de la historia y de la experiencia propia es fundamental para no cometer los mismos errores y saber dar rutas nuevas a la molestia social, de tal suerte que ésta no se quede en el desahogo estéril, incida de mejor manera en la vida pública del país y pueda contribuir a generar escenarios más favorables para las batallas por venir. En lugar de aislarse en busca de una hipotética y muy improbable desestabilización del régimen hasta hacerlo caer, tal y como algunos pensaron que ocurriría durante buena parte del sexenio que está por terminar, ahora va a colocar sobre la mesa el problema de los factores de poder que pervierten la democracia -cargando los dados a favor de otras opciones- y pomoverá las reformas legales que les pongan coto. Si se quiere evitar que la historia se repita una y otra vez, entonces hay que actuar de manera diferente a como se ha hecho en el pasado.

Otra lección indiscutible para la izquierda es que ésta es más fuerte y eficaz si está unida y sabe procesar sus diferencias de manera democrática, lo que incluye necesariamente inclusión y tolerancia. La propuesta de crear el Frente Amplio de las Izquierda Mexicanas, establecida en el resolutivo que leyó en Acapulco Marcelo Ebrard, camina en esa dirección. En ese mismo sentido se expresa el ánimo en el PRD que, contra todos los pronósticos, pudo elegir a sus coordinadores parlamentarios por unanimidad.

La aceptación propia de que la izquierda es diversa, que la pluralidad es parte de su riqueza, que en su seno se vale discrepar y que es un error pretender el sometimiento de los otros a una concepción que no comparten, cayendo -en el nombre de la ortodoxia- en la lucha fraticida, es de primera importancia. Es más, caminar con sus contradicciones, respetando sus diferencias, es quizás el mayor reto que tiene que superar para lograr ser, en breve, gobierno nacional.

Nadie se engaña. La prueba de fuego vendrá cuando se conozca el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto al recurso de invalidez de la elección presidencial. El punto no es, como bien lo señaló Ebrard, que la izquierda cumpla con la legalidad, lo ha venido haciendo, sino que el TEPJF la haga valer y no predomine la impunidad. Sin embargo, si el tribunal resuelviera en otro sentido, declarando válido el proceso, es muy probable que se den distintas opiniones de cómo enfrentar la situación. En tal caso, se va a necesitar oficio, sensibilidad e inteligencia para que eso no vaya a significar el retorno de las hostilidades intestinas que sólo beneficiarían al PRI, pues en un momento de debilidad y falta de legitimidad se haría del poder con su principal adversario dividido.

La ley no da margen de maniobra. Las resoluciones del TEPJF son inatacables y de cumplimiento obligatorio. “Desconocer” alguna de ellas, cualquiera, no pasaría de ser una posición meramente retórica, pues no tendría ninguna consecuencia jurídica ni institucional. Puede, eso sí, llevar a la facción inconforme a una confrontación política de alta intencidad contra personas e instituciones, proscribiendo diálogos y acuerdos públicos -ni en los momentos más intensos dejó de haberlos en privado por parte de los mismos que se mostraban públicamente más celosos de la prohibición-, tal y como ocurrió después del proceso electoral del 2006. Repetir la historia no parece una buena idea.

Una posible solución es que el Frente Amplio de la Izquierdas Mexicanas sea un lugar de encuentro en el que cada grupo incluido renuncie a imponer a los otros su visión propia y se privilegie el acuerdo y, en caso de no existir, el respeto a las diferencias. Que cada quien pueda caminar en su ruta, entendiendo que las otras izquierdas no son sus enemigas, aunque no coincidan en todo, y nadie se desgaste combatiéndose. Mantener la comunicación, procurar ir juntos a los procesos electorales y evaluar la situación para tratar de acercar posiciones.

Es hora de que la izquierda mexicana muestre a la sociedad un alto grado de madurez y eso se expresa haciendo que sus diferencias, lejos de debilitarla, la fortalezcan. Por lo mismo, debe hacer de la tolerancia un valor de primer orden. La exitosa Cumbre de la Izquierda abre paso al optimismo de que, suceda lo que suceda con la resolución del TEPJF, la izquierda, más temprano que tarde, será gobierno nacional para darle a México un camino distinto y mejor.
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jueves, 9 de agosto de 2012

IMPASSE

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

Aunque la conclusión legal del proceso electoral está en manos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y de nadie más, la disputa se mantiene, e incluso se ha intensificado, en el terreno mediático. Es verdad que hay un movimiento en las calles en el que han concurrido diversas organizaciones con muy diversos propósitos y que coinciden en el punto de la “no a la imposición” de Enrique Peña Nieto en la Presidencia de la República, pero el candidato de las izquierdas y quien impugnó la elección, Andrés Manuel López Obrador, así como los partidos que lo postularon, se han circunscrito a la lucha jurídica dentro de las instituciones. Una diferencia esencial respecto al 2006 y que marca la lucha política en este impasse abierto, del cómputo a la calificación de la elección.

Si bien es correcta la decisión de no repetir la historia fallida del Plantón de Reforma y, de esa manera refutar la campaña de desprestigio en su contra, mostrándose de manera irrefutable como un movimiento legal, pacífico e institucional, se tiene que cubrir de alguna manera la necesidad política de primer orden de informar y hacer patente a la sociedad que la elección no está resuelta aún, que no es un hecho el triunfo de EPN y de que pudiera anularse la elección, nombrarse a un Presidente interino y realizarse comicios extraordinarios. Es decir, hacer que la gente sepa que no se ha tirado la toalla y centrar la atención en la labor decisoria del TEPJF, lo que por supuesto significa hacer presión pública al tribunal, pero de manera absolutamente legítima.

En ese escenario, lograr el propósito de llamar la atención social sobre el proceso electoral no concluido, hacer patente la inconformidad y difundir las inequidades, vicios y trampas que marcaron el “triunfo” de Peña Nieto sólo puede hacerse subiendo el tono de la confrontación en los medios de comunicación, y no se diga en tiempo de Olimpiadas que de manera natural concentran las miradas, de tal suerte que para hacerse oír se busca hablar más alto. Para aclarar equívocos quisiera decir que no sólo soy un aficionado a los deportes y que disfruto de los Juegos Olímpicos cada cuatro años, sino que me parece sano que haya un respiro de emoción y esparcimiento a la batalla poselectoral convertida en un circular enfrentamiento de dimes y diretes. De cualquier forma, ya está fijado en opinión pública que se ha impugnado la elección por parte del Movimiento Progresista, que los agravios son financiamiento ilegal, rebase de topes de campaña y compra de votos, y que el TEPJF resolverá en definitiva.

Así como AMLO tiene una estrategia mediática para resaltar las anomalías electorales y generar expectativas de que se anularan -en realidad se “invalidarían”, pero para efectos prácticos es lo mismo-, Peña Nieto tiene la suya propia para expresar lo contrario: que su victoria es irreversible, que las impugnaciones son resultado del berrinche de un “mal perdedor” y que ya se está preparando para tomar posesión a partir del primero de diciembre. Sin embargo, y a pesar del respaldo palpable que tiene de la mayoría de los medios electrónicos, su corona ya está abollada. Y es que todos sabemos de los usos y costumbres perniciosos de nuestras elecciones -en donde, si bien todos recurren a ellas, el PRI es el campeón indiscutible- y de cómo se busca ganar “haiga sido como haiga sido”. EPN ganó sucio y esa convicción seguirá extendiéndose porque se compadece no sólo de la experiencia, sino también de la tradición histórica, e incluso emblemática, del partido al que pertenece.

No hay plazo que no se cumpla. El impasse llegará a su fin a más tardar el 6 de septiembre y aunque la lucha mediática da pistas de lo que podría venir, según los distintos escenarios, la verdad es que está por verse lo que sucederá, aún en el caso de que al TEPJF no se atreva a poner un correctivo tajante al deterioro de la democracia mexicana que tiene como aliciente el hecho de que la trampa resulta rentable para quien la comete, así sea descubierto, y decida validar la elección. Si eso sucediera, la izquierda deberá demostrar que aprendió de su experiencia reciente para no reeditar la desgastante y destructiva lucha fraticida.

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